Cuando buscamos una palabra de origen latino en el Diccionario de la lengua española, es frecuente que al principio de la entrada, en la parte etimológica, el diccionario señale de qué étimo latino proviene. Por lo general —cuando es relevante, según lo que explicaremos más adelante—, el DLE incluye un par de símbolos encima de algunas vocales, concretamente ˘ y ¯. Estos símbolos indican la cantidad de las vocales (o duración de las vocales) en latín.
Veamos qué son…
Contenidos del artículo
La cantidad vocálica en las lenguas indoeuropeas
Las lenguas indoeuropeas más antiguas solían hacer una distinción entre vocales breves (que señalamos con ˘) y largas (con ¯). La cantidad de las vocales podía marcar no solo raíces completamente distintas (cf. latín mālum ‘manzana’ ↔ mălum ‘el mal’), sino también funciones sintácticas diversas (cf. latín regină ‘reina’ en función de sujeto de la oración ↔ reginā ‘reina’ en función de complemento circunstancial).
Esto era muy frecuente, como digo, en las lenguas antiguas, y muchas de las lenguas hijas de aquellas madres han perdido esta característica, como el español, sin ir más lejos.
La duración de las vocales en español
Nuestra lengua, por lo general, no distingue vocales breves de largas, aunque, de forma expresiva o muy contextual, se pueden alargar las vocales en ejemplos como «me lo paso boooomba».
El español, a efectos prácticos, solo dispone de vocales breves, y esta es una de las varias razones por las que muchos extranjeros opinan que el español suena como una metralleta.
La cantidad vocálica en otras lenguas modernas
Sin embargo, la cantidad de las vocales sigue siendo relevante en lenguas tan populares como el inglés, y de ahí la gran dificultad que tenemos los hispanohablantes en general a la hora de distinguir no solo al oír, sino también al pronunciar, parejas como beach [biːtʃ] ‘playa’ y bitch [bɪtʃ] ‘perra’ o sheet [ʃiːt] ‘hoja’ y shit [ʃɪt] ‘mierda’.
Algunos entendidos argumentarían que la diferencia es más de timbre que de cantidad, pero, para nuestra explicación, nos vale así.
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La cantidad de las vocales en el DLE
Una vez que sabemos algo de la cantidad vocálica en general, uno podría plantearse que sí, que es un tema curioso, pero que a nosotros, como hablantes del español —lengua que, como hemos dicho, no distingue breves de largas—, ¿qué nos incumbe la cantidad breve o larga que pudieran tener los étimos latinos, ni más ni menos?
Lo cierto es que es una información de la que se podría prescindir, ya que el sistema de acentuación gráfico del español está muy bien establecido y es imposible no saber cómo pronunciar una palabra con su tilde (o ausencia de ella) bien puesta. Pero es que, efectivamente, la cantidad de las vocales de los étimos latinos determinaba también su acentuación y, por ende, la acentuación de las palabras españolas derivadas de ellos.
La cantidad vocálica para acentuar las palabras latinas
El tema es algo complejo y no merece la pena extenderse demasiado aquí. A grandes rasgos, y centrándonos solo en sustantivos y adjetivos —aunque a las demás clases de palabras se les aplican los mismos razonamientos—, el español tiene tres grandes grupos:
- femeninos acabados en -a, con plural en -as: «amiga, amigas»;
- masculinos acabados en -o, con plural en -os: «amigo, amigos»;
- masculinos y femeninos acabados en consonante o vocal distinta de o/a, con plural en -es: «mujer, mujeres; hombre, hombres».
Sustantivos y adjetivos en -a y en -o
En los dos primeros grupos (en -a y en -o), por lo general, encontraremos que el DLE nos marca solo una forma del étimo latino, el nominativo singular —lo cual no es especialmente correcto, ya que se acepta que los nombres españoles derivan del acusativo, no del nominativo, aunque, para el caso, lo mismo es— y nos indica si la penúltima vocal es larga o breve cuando el étimo latino tiene tres sílabas o más:
- «amigo» [aˈmiɣo], del latín amīcum [aˈmiːkum] (marca la cantidad larga de la i, por ser trisílaba)
- «ánimo» [ˈanimo], del latín anĭmum [ˈanimum] (marca la cantidad breve de la i, por ser trisílaba)
- «rosa», del latín rosam (no marca la cantidad, por ser bisílaba, en cuyo caso la cantidad es irrelevante porque son siempre llanas)
Vemos, por los dos primeros ejemplos, que, dependiendo de la cantidad de la penúltima vocal, las palabras latinas de tres o más sílabas eran llanas o esdrújulas. Tenemos, por tanto, tres posibles resultados:
- si la cantidad de la penúltima era larga, la palabra era llana: amīcum [aˈmiːkum] → «amigo»
- si la cantidad de la penúltima era breve, la palabra era esdrújula: anĭmum [ˈanimum] → «ánimo», aunque…
- también podía ser que ocurriera algo interesante, como una síncopa con posteriores cambios fonético-fonológicos: domĭnum [ˈdominum] > *domnum > … > «dueño».
Sustantivos y adjetivos en consonante o vocal distinta de o/a
En el tercer grupo (en consonante o vocal distinta de o/a), el diccionario nos marca dos formas del étimo latino, el tradicional enunciado con nominativo y genitivo singular. Esto es debido a que, en este tipo de palabras (procedentes de la 3.ª declinación latina), el nominativo es anómalo y por tanto poco significativo a estos efectos, por lo que es necesario conocer también el genitivo, que es donde se marca la cantidad breve o larga. A partir de la forma en genitivo —realmente, de nuevo, del acusativo, que comparte esa cantidad con el genitivo—, el razonamiento es igual que en los dos grupos anteriores:
- «hombre» [ˈombɾe], del latín homo, -ĭnis [ˈomo, ˈominis] (para su evolución desarrollada y su etimología, lee esta entrada)
- «mujer» [muˈxeɾ], del latín mulĭer, -ēris [ˈmulieɾ, muliˈeːɾis]: muliērem [muliˈeːɾem] > *muliēre [muliˈeːɾe] > *muliēr [muliˈeːɾ] > «mujer».
Y para esto sirven los sombreritos de las vocales en latín, que no es que se escribieran entonces ni se escriban en las actuales ediciones de los textos (salvo en algunos métodos de aprendizaje como Lingua Latina per se illustrata).
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Conservación de la acentuación latina en el español
El castellano, por lo general, es bastante conservador respecto a la acentuación latina tal y como hemos explicado, aunque hay excepciones en las que se ha impuesto una acentuación distinta:
- «cíclope» [ˈθiklope], del latín cyclops, -ōpis [ˈkyklops, kyˈkloːpis], debería haber sido *«ciclope» [θiˈklope] (cf. italiano ciclope [tʃiˈklope])
- «crátera» [ˈkɾateɾa], del latín cratēra [kɾaˈteːɾa], debería haber sido «cratera» [kɾaˈteɾa] (cf. italiano cratere [kɾaˈteɾe]); las dos pronunciaciones están aceptadas en español, aunque impera (al menos en España) la esdrújula
- «médula» [ˈmedula], del latín medulla [meˈdulːa]¹, fue durante siglos «medula» [meˈdula] (véase aquel poema de Quevedo), aunque ahora se emplea la acentuación esdrújula, posiblemente por analogía con la mayoría de palabras terminadas en ‑ula («brújula», «fábula», «ridícula»…)
¹ El DLE no señala las vocales que van justo antes de una consonante doble o dos consonantes seguidas, ya que, en ese caso, la sílaba se considera larga por posición: medulla tendría la u larga porque justo detrás hay una doble consonante (ll); frequentem ‘numeroso, frecuente’ tiene la segunda e larga porque va seguida de dos consonantes juntas (nt); etc.
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