Entre las reglas más básicas de la fonética histórica del castellano está la diptongación de ŏ tónica como en pŏrta > «puerta», bŏnu > «bueno» o nŏve > «nueve».
Sin embargo, hay casos en los que una ŏ tónica no diptonga, sin que lo podamos justificar por cultismo o semicultismo, como «ocho», «noche», «ojo», «hoja», todas ellas palabras que proceden de étimos con ŏ tónica.
De hecho, en otros romances peninsulares como el leonés o el aragonés sí tenemos los diptongos esperables (ejemplos en aragonés): ueito, nuei, uello, fuella.
Pregunta 1: ¿a qué se debe la no diptongación en castellano?
Aunque la muestra no es especialmente grande, porque por simplificar vamos incluso a eliminar una palabra, es suficiente:
- ŏcto > «ocho»
- nŏcte > «noche»
- ŏculu > «ojo»
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Lo que todas las palabras tienen en común es que inmediatamente tras ŏ tenemos c, que es un buen comienzo, pero no suficiente, pues no hay ninguna regla que diga que c tras ŏ impida la diptongación.
Tratando de ir más allá, según nuestra experiencia con retos anteriores, podríamos fijarnos en la estructura de la sílaba, y entonces veríamos que en ŏcto y nŏcte la c es implosiva, pero no en ŏculu, por lo que tampoco parece ser eso (aunque realmente es una pista templada casi caliente).
Por supuesto, sabemos que las lenguas romances proceden del latín vulgar, por lo que un siguiente paso sería investigar los resultados vulgares de los étimos:
- ŏcto > [ˈɔk.to]
- nŏcte > [ˈnɔk.te]
- ŏculu > [ˈɔ.k(o).lo] > [ˈɔk.lo]
Vemos que, realmente, podemos considerar todas las /k/ como implosivas a efectos evolutivos; pero hemos dicho que no hay una regla respecto a /k/ implosiva y evitar la diptongación. Hay que seguir investigando.
Por lo general, una consonante velar implosiva vocaliza en [i̯], o sea, yod, y ya sabemos que yod tiene la capacidad de trastocar absolutamente todo, tanto lo consonántico como lo vocálico. En lo que nos concierne, se trata de una inflexión, que cierra la /ɔ/ en /o/, que ya no diptonga, pues actúa igual que ō primaria:
- ŏcto > [ˈɔk.to] > [ˈɔi̯.tʲo] > [ˈoi̯.tʲo]
- nŏcte > [ˈnɔi̯.tʲe] > [ˈnoi̯.tʲe]
- ŏculu > [ˈɔ.k(o).lo] > [ˈɔi̯.lʲo] > [ˈoi̯.lʲo]
Con lo sabido, podremos explicar fácilmente fŏlia > «hoja»: fŏlia > [ˈfɔlʲi̯a] > [ˈfolʲi̯a] (la yod creada por tendencia antihiática ha inflexionado la /ɔ/).
Pregunta 2: ¿y en «hombre», «monte», «conde» o «esconde»?
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Existen asimismo casos como estos, donde también partimos de ŏ tónica que no diptonga. En un vistazo rápido vemos que el contexto fónico no es análogo, por lo que la explicación no puede ser la misma.
- hŏmine > «hombre»
- mŏnte > «monte»
- cŏmite > «conde»
- abscŏndit > «esconde»
Pero se ve claramente que todas las palabras tienen en común que la ŏ está trabada por una consonante nasal (en el caso de hŏmine y cŏmite, tras síncopa de la vocal postónica).
¿Existe alguna regla que diga que una consonante nasal evita la diptongación de la vocal que traba? No es una ley, en cuanto que no actúa siempre (véase «puente», «fuente», etc.), sino más bien una tendencia (de hecho, están bien documentadas variantes antiguas como huemne o huembre, cuende, etc.).