Ya hemos hablado de los restos españoles del latino participio de presente. En esta ocasión, hablaremos del otro participio que queda: el de futuro. El participio de futuro es una herencia culta y reducidísima del latín, donde, al contrario que en los participios de presente (activo) y de pasado (pasivo), podemos encontrar participios de futuro activos y pasivos, cada uno con sus propios sufijos.
Antonio de Nebrija, en el libro tercero de su vetusta Gramática sobre la lengua castellana, escribe esto acerca de los participios:
Los tiempos del participio son tres: presente, pasado, venidero; mas, como diremos, el castellano apenas siente el participio del presente y del venidero, aunque algunos de los varones doctos introdujeron del latín algunos de ellos, como: doliente, paciente, bastante, sirviente, semejante, corriente, venidero, pasadero, hacedero, asadero […].
Las significaciones del participio son dos: activa y pasiva. Los participios del presente todos significan acción, como: corriente, el que corre; sirviente, el que sirve. Los participios del tiempo pasado significan comúnmente pasión; mas algunas veces significan acción, como estos: callado, el que calla […]; entendido, el que entiende.
Los participios del futuro, cuanto yo puedo sentir, aunque los usan los gramáticos que poco de nuestra lengua sienten, aún no los ha recibido el castellano; como quiera que ha comenzado a usar de alguno de ellos, y así decimos: tiempo venidero, que ha de venir; cosa matadera, que ha de matar; cosa hacedera, que ha de ser hecha; queso asadero, que ha de ser asado; mas aún hasta hoy ninguno dijo: amadero, enseñadero, leedero, oidero.
Nebrija, Gramática sobre la lengua castellana
Nebrija parece mezclar la morfología del participio de futuro latino con los ejemplos castellanos que aporta, pues él usa ‑ero < ‑ariu (sufijo de valor instrumental como en «librero», «panadero», «comedero», etc.), mientras que en latín la terminación es ‑(t)urus, aún visible hoy, precisamente, en «futuro».
Contenidos del artículo
Rarísimos en español e inexistentes en protoindoeuropeo
Dejémonos de preámbulos y vayamos al meollo de la cuestión. Como ya se ha avanzado, el participio de futuro era (y es) el único que tiene, en latín, diferencia de voz: la activa y la pasiva. En español, los infrecuentes casos que encontramos están ya completamente fosilizados como sustantivos o adjetivos. Esto quiere decir que los participios de futuro han dejado de ser productivos en español.
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Los participios de futuro activos se formaban en latín mediante un sufijo ‑(t)ur‑, al que se le añadían las desinencias normales de la primera y segunda declinación. Morfosintácticamente es una anomalía, ya que no se encuentra en ninguna otra lengua indoeuropea de las antiguas, según se puede adivinar del silencio al respecto en manuales como el de Fortson, Beekes o Meier-Brugger.
Orígenes del participio de futuro activo
En latín existía el sufijo ‑(t)ur‑, que servía para crear verbos de la 4.ª conjugación en ‑(t)urio. Este sufijo añadía a la base el significado de ‘estar deseando hacer algo’ o, en general, algún matiz desiderativo.
Así, teníamos verbos como los siguientes:
- parturio ‘esforzarse por dar a luz’ ← pario
- nupturio ‘desear casarse’ ← nubo
- cacaturio ‘tener muchas ganas de cagar’ ← caco
Como vamos a desarrollar algo más abajo, el deseo está muy vinculado al futuro, pues lo normal es que se desee que algo pase en el futuro.
A primera vista, parece verosímil que este sufijo desiderativo se extrapolara para la creación de participios de futuro. Sin embargo, la probabilidad se cae bastante si atendemos a la poca frecuencia de tales verbos. Además, habría que plantearse —y comprobar más y mejor— que estos verbos, de gran expresividad, eran probablemente más propios del lenguaje menos literario, mientras que, por el contrario, los participios de futuro, a juzgar por su desaparición romance, debían de estar más hacia el otro lado del espectro, por lo que no terminan de encajar las piezas.
Por su parte, Ernout, en su Morfología histórica latina, da una explicación más convincente: el participio de futuro activo sería una fusión de la forma verbal llamada supino (p. ej. amatum) y el antiguo infinitivo del verbo sum ‘ser’, es decir, *erom (< *esom tras rotacismo; cf. osco ezum; umbro erom).
Así pues, una forma como amaturum se habría formado a partir de amatum erom. Esto podría estar confirmado por el hecho de que, en época arcaica, era una palabra invariable, es decir, siempre era amaturum, y nada de amaturi, amatura, amaturos, etc.
Morituri te salutant!?!?!
A estas alturas quizá a alguno le haya venido a la mente aquella frasecilla tan escuchada en las películas de romanos: Ave, Caesar! Morituri te salutant!
Según lo que hemos estado explicando, una forma como morituri significará ‘los que van a morir‘, y así es efectivamente como esta formulilla suele traducirse y citarse.
Realmente, el participio de futuro expresa no solo acción futura, sino también otras ideas relacionadas con la futuridad como la inminencia, la voluntad, la (pre)disposición… Puede compararse a este respecto el inglés will, auxiliar para formar el futuro (all of us will die ‘todos nosotros moriremos’), pero que inicialmente significaba ‘querer, desear’ (y aún se emplea así como uso arcaizante y como tecnicismo en el sustantivo will ‘testamento ← lo que uno desea cuando haya muerto’, amén del alemán actual wollen ‘querer’; por cierto, que este verbo germánico está emparentado con la raíz de «voluntad», italiano volere y francés vouloir ‘querer’, etc.).
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Por tanto, dependiendo del contexto, podríamos traducir también como «los que están dispuestos a morir». Así pues, tendremos que acudir al contexto de la frase… que solo aparece una vez en las fuentes antiguas (dos, si contamos otra fuente escrita en griego) y refiriéndose a la misma ocasión.
No es este el lugar para debatir si la fórmula se usaba de forma ritual como parecen dar a entender las películas, o si se usó una vez de forma anecdótica, o si, lo más probable, se lo inventó Suetonio, a quien se lo copió Casio Dion, y de ahí a Hollywood.
Lo que nos ha quedado en español
Según las reglas básicas de la evolución de sustantivos del latín al castellano, un participio de futuro activo en español tendría, pues, unas desinencias ‑turo(s), ‑tura(s). Como ya he dicho, solo nos quedan restos fosilizados y de los que incluso se ha perdido en muchas ocasiones la noción de la raíz verbal:
- «futuro» es lo que va a ser (cf. «fui, fuiste», etc.)
- «ventura» es lo que está por venir, por suceder…
- «nascituro» es el que va a na
scer (no recogido en el DLE) - «morituro» es el que va a morir (ídem)
Los participios de futuro pasivos, por el contrario, se formaban con el mismo sufijo que el gerundio, es decir, ‑nd‑; la formación es análoga a la de los participios de presente en ‑nt‑, pero con una sonorización de t en d, quizá por influencia de adjetivos como moribundus, fecundus, etc.
En este caso, al valor del futuro se le puede añadir un matiz de obligación, como en «Amanda», que es la que ha de ser amada. Otros casos más simples son los fosilizados como «laureando» o «graduando», el que va a ser coronado con laurel por su graduación; «agenda», lo que ha de ser hecho; «doctorando»…
Últimas palabras y conclusión
En este artículo hemos visto los posibles orígenes —más o menos dudosos— del participio de futuro latino, y los restos —fosilizados— que tenemos en español. Ya lo decía Nebrija, y la situación no ha cambiado desde entonces: el participio de futuro no es productivo en español, que es como decir que, propiamente, no existe el participio de futuro en español.
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