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Latín medieval: qué es y en qué se diferencia del latín clásico y vulgar
De forma resumida, podemos decir que el latín medieval es la continuación del latín clásico tras la Antigüedad, en contraposición al latín vulgar, que dio lugar a las lenguas romances.
Sin embargo, la explicación es mucho más compleja y llena de factores que eso.
Hay que tener en cuenta que en la Edad Media el latín ya no era la lengua nativa de nadie (es decir, el latín era ya una lengua muerta). Incluso en los territorios donde se había hablado latín, lo que se hablaba ya eran lenguas romances, no latín vulgar.
Por tanto, el latín que se escribía (y solo unos pocos hablaban) era un latín aprendido en escuelas con gramáticas y profesores, por lo que había constantes interferencias con las lenguas nativas de cada uno, lo que hizo incluso que el latín medieval fuera muy heterogéneo entre los diversos territorios (entre otros factores), según las influencias que los idiomas nativos pudieran causar en el latín de quienes lo escribían.
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Me parece sumamente interesante la presentación que hace Hadavas en su A Medieval Latin Reader, por lo que a continuación haré un resumen de su definición...
El término latín medieval es un sintagma multifunción que describe los cuatro tipos generales (y las diversas combinaciones de los cuatro tipos) del latín usado en Europa occidental durante la Edad Media:
- clásico
- tardío
- eclesiástico
- popular (= vulgar)
El latín clásico de la Edad Media era una lengua literaria conservada solo en los textos de autores de entre los años 100 a. C. y 150 d. C., como Cicerón, Salustio, Virgilio, Ovidio y Suetonio. Sus textos se convirtieron en el estándar que los estudiantes medievales aprendían y al que aspiraban.
El latín tardío se refiere a la evolución del lenguaje literario entre los años 150 y 550. Tiene más elementos coloquiales y bebe mucho más de la lengua griega. El escritor de latín tardío más importante fue probablemente Boecio (c. 477-524); su obra Consolación de la filosofía fue leída por filósofos, teólogos, estadistas, historiadores y poetas, por lo que en cierta forma hizo de puente entre el pensamiento del periodo clásico y la época medieval occidental.
El latín eclesiástico es principalmente el de los primeros apologistas occidentales y padres de la Iglesia: Tertuliano (c. 160-220), Ambrosio (c. 339-397), Jerónimo (c. 340-420) y Agustín (354-430). Aunque tenían educación clásica, se expresaban en una mezcla de su latín clásico aprendido y el de las traducciones latinas de la Biblia y el latín popular de la gente del pueblo. El más influyente de todos estos textos fue la traducción de la Biblia de Jerónimo, la llamada Vulgata, que llegó a sustituir traducciones anteriores. Este latín estuvo en uso toda la Edad Media como la lengua de la Iglesia católica.
El latín popular, al contrario que los anteriores, era la lengua de la vida cotidiana, usada de forma hablada. Hay elementos populares en autores muy distanciados en el tiempo (p. ej. Plauto, c. 254-184 a. C.; Petronio, c. 60 d. C.), pero hay que tener en cuenta que el latín popular existió desde mucho antes que Plauto y continuó más de mil años después de Petronio, hasta que finalmente se fragmentó en las lenguas romances (español, portugués, catalán, italiano, francés, rumano...).
El latín medieval, dependiendo de muchos factores relativos al autor como su origen, periodo, nivel de educación, su audiencia esperada, etc., puede tener más o menos elementos clásicos, tardíos, eclesiásticos o populares. Al contrario que el latín vulgar, depende mucho más del autor que de la geografía o la cronología.
Este latín no era adquirido (es decir, aprendido de forma nativa), sino aprendido principalmente por monjes, monjas, clero en general, estudiantes y estudiosos, a partir de las gramáticas antiguas y los textos clásicos, así como de la exposición diaria a la Biblia y a la liturgia.
Las variaciones en la ortografía (respecto al latín clásico) se deben principalmente a los cambios de pronunciación en las diversas regiones; muy especialmente, la reducción de diptongos, como ae que suele aparecer directamente como e. Por su parte, la sintaxis puede verse condicionada por la lengua nativa del autor. El vocabulario se ve expandido por las nuevas realidades, no existentes en tiempos anteriores.
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