Algo tendrá el futuro que, a lo largo de toda su historia, no ha parado de cambiar. En efecto, no está del todo claro cuál era su estatus en protoindoeuropeo; en latín se crearon dos futuros desaparecidos en las lenguas romances; y en español (y en muchas lenguas romances) se desarrolló un nuevo futuro que, actualmente, se ve cada vez más desplazado por otro.
La historia del futuro es la de un tiempo heraclidiano: todo fluye, nada permanece. Estamos ante un tiempo que parece desgastarse rápido y acaba siendo sustituido por otra forma.
Veamos en este artículo, pues, la evolución del futuro simple de indicativo desde los tiempos prehistóricos hasta la actualidad.
Contenidos del artículo
Historia del futuro
El chiste se pregunta: ¿por qué se extinguió el hitita?
Respuesta: porque no tenía futuro.
En efecto, el hitita —y sus hermanas anatolias: el luvita y el palaíta— se extinguieron sin dejar descendencia. El juego de palabras nos da pie a remontarnos aún más, a época prehistórica. Por ahí empezaremos esta historia del tiempo futuro.
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El futuro protoindoeuropeo
En lingüística indoeuropea se toma el hitita como la lengua indoeuropea con rasgos más antiguos, más parecidos a lo que habría sido ese ejercicio reconstructivo llamado lengua protoindoeuropea; se considera que el grupo de lenguas anatolias habría sido la primera rama que se separó del tronco común de la protolengua. Puedes verlo en esta introducción a las lenguas indoeuropeas:
Introducción a las lenguas indoeuropeas
Como dice el chiste, el hitita no tenía una formación de futuro específica, sino que la futuridad había de expresarse por otros medios, por ejemplo adverbios como «mañana». Según lo dicho, si el hitita no tenía futuro, suponemos que este tiempo aún no se había desarrollado en el protoindoeuropeo común.
Sí que había en la protolengua un sufijo desiderativo, o sea, para expresar el deseo. Como, de forma bastante lógica, el deseo está estrechamente vinculado con el futuro, este sufijo acabará desarrollando también la expresión de la futuridad: solo hay un paso entre «quiero comer», «espero comer» y «comeré».
También en inglés podemos ver la afinidad entre el deseo y el futuro con will, usado actualmente para expresar sobre todo el futuro, pero con un origen desiderativo o volitivo aún presente en frases como Do what you will ‘haz lo que quieras’ o en el sustantivo will ‘testamento’; no en vano, se relaciona esta palabra inglesa con el latín velle ‘querer’ y por ende con derivados romances como volere, vouloir, voler, etc., así como con palabras españolas como «voluntad».
El futuro latino
El sufijo desiderativo-futuritivo del que hemos estado hablando era *‑s‑, que en lenguas como el griego tuvo bastante fortuna para expresar el futuro sigmático —posteriormente en el griego se atrofiaría este futuro: retomaremos el tema más adelante—, pero que en latín es casi inexistente.
En latín, solo muy ocasionalmente se utilizaban formas de futuro sigmático como faxo [ˈfakso], de facio, y principalmente en contextos específicos como el de las leyes; incluso la subordinada se construía de forma diferente con el futuro faxo y el normal faciam. Parece que el último que utilizaba estas formas fue Cicerón en sus escritos legales; tras él, solo aparecen en autores de estilo arcaizante.
Entonces, ¿cómo expresaban el futuro la mayoría de los romanos? De forma bastante confusa, el latín tenía dos formaciones para el futuro, según la conjugación a la que perteneciera el verbo. Lo explico, de forma escolar, en el siguiente vídeo de mi curso de latín desde cero:
Una de estas formaciones era con un sufijo derivado de la raíz *bʰuH‑ ‘ser, llegar a ser’, que encontramos por ejemplo en fui > «fui». (Curiosamente, este mismo sufijo se usó también para la formación del pretérito imperfecto, aún conservado en la 1.ª conjugación española: amabam > «amaba»). Por tanto, en las conjugaciones primera y segunda teníamos amabo ‘amaré’ y movebo ‘moveré’.
La otra formación, para las conjugaciones tercera y cuarta (y mixta), era derivada de un antiguo subjuntivo indoeuropeo (también el subjuntivo tiene gran afinidad con lo futuro), que de hecho incluso aún se nos asemeja más a un subjuntivo que a un futuro: ducam ‘conduciré’, audiam ‘oiré’, capiam ‘tomaré’.
Desaparición de los futuros latinos
Ninguna de las formas del futuro latino ha de sonarnos en absoluto a partir de los resultados de las lenguas romances que podamos conocer. En efecto, en el latín vulgar se desarrollaron diferentes formas perifrásticas de expresar futuridad, esencialmente un verbo auxiliar/modal (+ preposición) + verbo principal, como veremos algo más adelante.
Entre las causas fonéticas para esta sustitución se encuentran dos diferencias fundamentales en los sistemas fonológicos del latín clásico y del latín vulgar:
- El betacismo, por el cual la b /b/ [β] intervocálica en formas de futuro como amabit sonaba exactamente igual que la v /w/ [β] del pretérito perfecto en amavit. (Aunque tendríamos que mirar si, para entonces, el perfecto vulgar ya era sincopado, por lo que esta supuesta confusión nunca habría llegado a darse).
- La (con)fusión de /e/ átona en sílaba final procedente de ĕ (futuro vendĕt) y de ĭ (presente vendĭt), de modo que ambas formas confluirían en una forma vende(t). (Aunque, nuevamente, esto no necesariamente había de suponer un gran problema: incluso Cicerón usaba, y aún hoy así lo hacemos, el presente con valor de futuro).
Por otra parte, los hablantes buscan la regularidad, la analogía. Que unas conjugaciones tengan una morfología totalmente distinta a otras conjugaciones no es regular: no tiene sentido decir amabo ‘amaré’ pero audiam ‘oiré’. Además, primeras personas como legam podían funcionar como futuro o como presente de subjuntivo.
El futuro romance
El futuro latino, como se ha visto, suponía varios inconvenientes. Es cierto que ninguno de ellos parece insalvable; sin embargo, ya había en la lengua perífrasis de diverso tipo que finalmente acabarían por ser preferidas al futuro propiamente dicho.
En la frontera de lo clásico y lo hablado-vulgar teníamos la perífrasis compuesta por el participio de futuro y el verbo sum, muy frecuente por ejemplo en Plauto.
Propiamente vulgares y supervivientes en lenguas romances actuales tenemos perífrasis con verbos de dirección, volitivas y de obligación.
El futuro rumano voi cânta ‘cantaré’ procede de volo cantare ‘quiero cantar’. Tenemos aquí la ya mencionada conexión del futuro con la voluntad. También el griego moderno convirtió su antiguo futuro en una perífrasis inicialmente volitiva: θα τραγουδήσω ‘cantaré’, donde θα es una evolución de θέλω ‘quiero’.
El condicional sardo dia (a) narrer ‘diría’ procede de debeo narrare ‘debo narrar’. (Hay que considerar aquí la gran conexión del condicional con el futuro).
También se usaban perífrasis con verbos de movimiento del tipo «voy a cantar»:
- eo (ad) cantare
- vado (ad) cantare
- venio (ad) cantare
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El origen de «cantaré»
La forma que triunfó en la mayoría de lenguas romances actuales es la del tipo «cantaré», ahora sintética pero analítica en origen, que no es más que el infinitivo seguido de una forma reducida de «haber», es decir:
- cantare habeo > «cantaré»
- cantare habes > «cantarás»
- cantare habet > «cantará»
- cantare habemus > «cantaremos»
- cantare habetis > «cantaréis»
- cantare habent > «cantarán»
Curiosamente, esta perífrasis no era la más común en el latín hablado (lo era la del tipo facturus sum ‘haré’). De hecho, parecía estar bastante restringida a verbos que significaban ‘decir’, ‘escribir’, ‘pedir’, etc., y con un significado más literal que fue evolucionando.
Por ejemplo, de si quid quaerere habes, literalmente ‘si tienes algo que decir’ (posesión), saldría un significado posterior del tipo ‘si tienes que decir algo’ (obligación, intención), y de la intención al futuro hay ya poca diferencia.
El triunfo final de la forma «cantaré» (y sus análogos en otras lenguas romances: canterò, chanterai, etc.) quizá se debía a que era la perífrasis con el verbo auxiliar/modal con el significado más neutral, mientras que las otras opciones tendrían una carga modal más fuerte. Además, era más versátil y sencilla que la longuísima facturus sum.
Como recoge Herman en su manual de latín vulgar, parece que el primer testimonio escrito de esta perífrasis es del siglo VII. La etimología popular de la ciudad de Daras se explica por lo que dijo el emperador Justiniano al rey persa cuando este se negó a entregar la ciudad: darás.
Breve evolución de la forma «cantaré»
Por su origen perifrástico (recordemos: cantare habeo), la forma actual «cantaré» era, inicialmente, cantar (h)e y entre las dos formas verbales podían intercalarse pronombres, como en cantar lo (h)e. Podemos tener hasta dos pronombres:
Et aun el su destroymiento contar uos lo emos en so tiempo.
Alfonso X, General estoria
Como hemos de suponer del comportamiento actual del futuro simple, esta independencia acabaría por desaparecer totalmente, es decir, la inicial perífrasis terminó soldándose y actuando como una sola forma verbal.
Variación actual en el futuro
Esta es ya una cuestión más sincrónica que diacrónica, por lo que habrá que simplificar. No es ningún secreto que, en algunas variedades del español (p. ej. la española peninsular), el futuro simple del tipo «cantaré» va perdiendo terreno en favor de la perífrasis «voy a cantar».
A menudo ambas formas son más o menos intercambiables, mientras que en otras ocasiones una forma u otra nos sonaría rara en un determinado contexto, sin que podamos explicar bien el porqué de esta impresión.
Y es que, efectivamente, el futuro simple y el futuro perifrástico (y el presente) se han especializado en matices más o menos sutiles para expresar el futuro.
Sin embargo, también se está dando una especialización en la que el futuro simple tiene usos no tan temporales como más bien modales; por ejemplo, la orden («¡No matarás!»), la cortesía («¿Tendrá esa amabilidad?») o la hipótesis («Tendrá unos 40 años»).
Conclusión y últimas palabras
Hemos visto que la expresión del futuro y el futuro en sí mismo son cambiantes a lo largo de la historia, empezando por la misma prehistoria y en el mismo momento en el que te estás comiendo unos ganchitos.
Además de repasar algo de morfología latina y morfología histórica del español, hemos comparado con otras lenguas. Especialmente interesantes me resultan los comportamientos del inglés y del griego moderno, cuyos futuros son, de hecho, conceptualmente análogos por cuanto will y θα son, esencialmente, marcadores de futuro derivados de verbos que significan ‘querer’.
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