El antiguo Marte, el dios romano de la guerra, nos ha dado varias palabras en español y tantas otras lenguas, no solo romances.
Para empezar, el enunciado de la palabra latina era mars, martis; el español «Marte» procede de la forma del acusativo, martem. A su vez, el mencionado enunciado frecuente en latín procede de una forma más antigua, mavors, mavortis, que aparece ocasionalmente sobre todo en textos poéticos, pero también en autores como Cicerón.
Sobre la etimología profunda (p. ej. Zeus y Júpiter están relacionados con el cielo y el día) no parece que se sepa nada más.
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«martes»
El segundo día de la semana está consagrado al antiguo dios de la guerra, como es manifiestamente evidente. (Al contrario de lo que veremos en el siguiente apartado, no tiene mayor interés que el segundo día sea martes y no cualquier otro).
Sí tiene interés saber de dónde procede la ‑s final. El actual «martes» procede de dies martis, literalmente ‘día de Marte’. Una vez que se pierde la parte referente al día, por sobreentenderse, lo que queda es el genitivo martis, que evoluciona de forma totalmente regular a «martes». (Este es uno de los pocos casos en que se ha fosilizado una palabra latina en un caso diferente al acusativo y al nominativo).
«marzo»
El tercer mes del año actual —era el primero en el calendario romano— era el mensis martius, literalmente ‘mes marcio < de Marte’. Al contrario que el día de la semana, sí tiene interés saber por qué este mes estaba dedicado al dios Marte, y es que era el mes en que comenzaba el buen tiempo y, por tanto, también las campañas militares (dominio de Marte) y lo relacionado con los cultivos (el antiguo dios Mavorte también tenía atribuciones campesinas).
Igual que con «martes», una vez que se perdió mensis, la parte que queda, martiu(s), evoluciona de forma regular hasta «marzo».
«marcial»
El adjetivo «marcial» < martiale deriva, naturalmente, del nombre del dios de la guerra; por tanto, no es de extrañar que haga referencia a lo «perteneciente o relativo a la guerra, la milicia o los militares» (DLE).
Por supuesto, es el adjetivo que encontramos en la colocación «artes marciales», aunque estas, al menos hoy en día, no hacen referencia a la guerra, sino a las antiguas técnicas de lucha practicadas como deporte.
«marciano»
Esta palabra puede tomarnos desprevenidos: ¿qué tiene que ver el dios de la guerra con el estereotípico alienígena verde que se nos viene a la cabeza?
Para entenderlo, solo hay que pensar que el marciano es el (supuesto) habitante del planeta Marte; y, desde luego, el nombre del planeta es el del dios. Ahora, la pregunta es: ¿por qué?
No ha de sorprender a nadie que los romanos tomaron muchas cosas de los griegos, incluidos sus conocimientos astronómicos. Ya los griegos habían llamado al planeta rojo como a su dios de la guerra, Ἄρης (Ares), que los romanos identificaron con su propio dios de la guerra Marte, y simplemente llamaron de la misma forma al planeta.
¿Y el porqué de la elección de este dios para llamar a este planeta específico? Realmente, está en el párrafo anterior: el planeta rojo es físicamente rojo, igual que la sangre, muy del gusto del dios de la guerra.
Como curiosidad —y esto es muy obvio, pero igualmente me sorprendió mucho cuando lo averigüé durante mi Erasmus en Grecia—, los griegos actuales siguen empleando los nombres de los dioses griegos, no romanos, para nombrar los planetas, y así nuestro planeta Marte es para ellos Aris (del antiguo Ares).
«marte»
El DLE recoge esta palabra, aunque no sé hasta qué punto sea usada en la vida real. Hace referencia al hierro; la razón es muy similar a lo que vimos sobre el planeta: el color rojo de los óxidos de hierro. ¡Uno hasta se llama «hematita» (hema‑ es una raíz griega que significa, literalmente, ‘sangre’)!