En buena parte de las lenguas indoeuropeas y de otras familias, los doce meses del año conservan sus nombres latinos —más o menos adaptados—, a pesar de que la mitad son de etimología sumamente pagana. Efectivamente, los seis primeros están dedicados a antiguas divinidades; el séptimo, al protoemperador Julio César; el octavo, a su sucesor Octavio Augusto; los demás, simplemente mencionan el orden del antiguo calendario romano.
Efectivamente, al principio los romanos tenían diez meses: cuatro dedicados a divinidades concretas y seis que, simplemente, mencionaban su orden. Se dice que el rey Numa Pompilio, sucesor de Rómulo, introdujo los otros dos meses, aunque los romanos no tomarían la costumbre de empezar el año en enero hasta el siglo II a. C.
Hecho este breve repaso histórico y cultural, ha llegado la hora de que veamos sus etimologías y evolución fonética desde su forma original hasta el español. Para ello, siempre es bueno repasar un poco de fonética y fonología histórica del español.
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Enero
El mes de enero era el antiguo mensis ianuarius, es decir, el dedicado al dios Jano. Aunque actualmente sea el primer mes del año, es uno de los meses añadidos a posteriori por el rey Numa.
Jano, ianus, era una divinidad puramente itálica sin equivalente en otras mitologías, ni siquiera en la griega. Su propia etimología no está del todo clara, pero lo más probable es que esté relacionada con la raíz del verbo «ir», *h₁ey‑, en consonancia con la atribución del dios de dar paso, entrar, ser la transición, marcar el final y el comienzo. (Sin embargo, inicialmente el mes de enero era el penúltimo del año, por lo que no estaría refiriéndose a la transición a un nuevo año).
La palabra propiamente latina para «puerta» era ianua —porta se refería a algo más importante, por ejemplo las de la ciudad: recordemos aquello de Hannibal ad portas!—.
Esta palabra fue sustituida prácticamente por completo en las lenguas romances en su tendencia a reemplazar el vocabulario coloquial por formas más expresivas e incluso exageradas. Sin embargo, se conserva aún en el sardo janna ‘puerta’ y en el gallegoportugués xanela o janela ‘ventana’ (se entiende que era una puerta pequeñita).
Evolución de ianuariu a «enero»
Hay que partir de un étimo vulgar con cambio de vocal (quizá por disimilación) ienuariu > ienariu para algunas lenguas romances, incluyendo el italiano gennaio y el español «enero». Vemos que otra característica del español es la falta de consonante inicial (conservada en francés janvier, gallegoportugués janeiro, etc.).
Febrero
El mensis februarius era el mes dedicado a Februo, un antiguo dios etrusco relacionado con la purificación, pero también con las riquezas y la muerte y, por tanto, relacionado con el romano Plutón (griego Hades). Es posible que, tras esta identificación Februo-Plutón, aquel se especializara en ser el dios de las fiebres, cuyos sudores se considerarían purgantes y purificadores de la enfermedad.
En el calendario de Numa, este era el último mes del año. Según lo dicho, sería un mes dedicado a los Februa, ritos de purificación para abandonar limpios el año que acaba y empezar el nuevo con buen pie.
El nombre de la divinidad, quizá, está relacionada con una raíz indoeuropea *dʰegʷʰ- ‘quemar’.
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Evolución de februariu a «febrero»
Como en «enero», tenemos que partir de un étimo vulgar con elisión de u, en esta ocasión registrada incluso en el Appendix Probi: februarius non febrarius.
Aunque aparentemente no pasa nada más que no sepamos ya, realmente habría de extrañarnos que tengamos f inicial en lugar de h igual que de filium tenemos «hijo». No en vano, la forma «hebrero» fue frecuente durante buena parte del español (p. ej. en Lope de Vega y en el Inca Garcilaso), por lo que realmente tenemos un semicultismo en la forma que conserva la f inicial.
Marzo
El mes de marzo, mensis martius, estaba dedicado a Marte, dios de la guerra íntimamente relacionado con el origen de los belicosos romanos, pues era el padre de los mismísimos Rómulo y Remo.
Efectivamente, el mes de marzo, el comienzo de la primavera y del antiguo año romano, traía consigo el (re)inicio de las campañas militares, pero también de la agricultura (el más antiguo Mavorte itálico sería, en efecto, también una divinidad agrícola).
La etimología del nombre del dios no está muy clara. Sí sabemos que, aún en latín, se le llamaba Mavorte (mavors, mavortis), y posiblemente estaba relacionado con el dios osco Mamers. Virgilio llama a Roma urbs mavortis ‘ciudad de Mavorte’, y también se lo encuentra con esta versión más arcaica en los renombrados Cicerón, Valerio Flaco, Ovidio u Horacio.
Se ha propuesto una etimología que relaciona su nombre con el griego μάχη ‘batalla’ y la raíz del arcaico vortere ‘verter’, según la idea de que era el que volvía las tornas en la batalla. Se non è vero…
Evolución de martiu a «marzo»
Esta evolución es totalmente esperable y previsible.
Abril
El mensis aprilis estaba, quizá, dedicado a la antigua diosa etrusca Apru, supuestamente relacionada con la griega Afrodita. No se sabe a ciencia cierta.
Otra posibilidad es que el nombre esté relacionado, más que con alguna divinidad, con una supuesta forma *aperilis. Teniendo en cuenta que estos meses iniciales estaban dedicados a divinidades, sería extraño que en medio se metiera uno que no lo estaba. Sin embargo, esta teoría es lingüísticamente más interesante.
En *aperilis encontraríamos la raíz separativa *apo- (cf. ἀπό) y una terminación similar a la de los demás meses. El razonamiento es que el mensis aprilis sería el que se separa, el siguiente, al mes inicial. Deberíamos ver la relación de todo esto con esta raíz, presente en el sánscrito aparah ‘segundo’ —recordemos que el segundo es, literalmente, el que sigue, el siguiente, al primero— y el gótico afar ‘después’.
La conexión de aprilis con el verbo aperire ‘abrir’ (en la idea de que es el mes en el que se abren las plantas) no parece más que una etimología popular.
Evolución de aprile a «abril»
Tampoco esta evolución entraña mayor dificultad. Por si acaso, recordemos que la sonorización de consonantes sordas intervocálicas también incluye el contexto seguido de líquida.
Mayo
El mensis maius estaba, quizá, dedicado a la diosa Maya, madre de Mercurio, relacionada o conocida también con la Bona Dea, la divinidad de la fertilidad. La etimología del nombre de la diosa tendría conexión, —también— quizá, con la raíz de magis ‘más’.
Relacionado precisamente con esto está la teoría que dice que el mes de mayo estaría dedicado, simplemente, a los mayores, en contraposición al siguiente mes, el de junio.
Evolución de maiu a «mayo»
Tampoco este mes representa un desafío evolutivo, aunque nos servirá para ver la distinta evolución de i semiconsonántica latina respecto a «junio».
Junio
El mensis iunius estaría consagrado a la diosa Juno, esposa oficial de Júpiter y, por asociación, reina de los dioses. Era la diosa de las mujeres y del matrimonio. Su nombre significaría, literalmente, ‘la joven’.
Precisamente, mediante este último dato podríamos relacionar este mes con el anterior, pues quizá estaba simplemente dedicado a los jóvenes, a los iuniores, en contraposición con los maiores de mayo.
Evolución de iuniu a «junio»
El español es una forma (semi)culta, ya que habríamos esperado *«juño», igual que de cuneu tenemos «cuño» (cf. italiano giugno). Seguiremos comentando en el siguiente mes.
Julio
El antiguo mensis quintilis ‘mes quinto’ fue renombrado a iulius en honor al dictador perpetuo Julio César, que había nacido este mes, tras su asesinato.
El conquistador de las Galias se llamaba, realmente, Gayo, y Julio era el nombre de su gens o linaje. Es verosímil la conexión con una antigua forma *Iovilios, donde podemos ver más fácilmente la relación con Jove, es decir, Júpiter, el dios del rayo, pues la raíz *dyew‑ está relacionada con el brillo de la luz del día, y también la propia palabra «día» estaría relacionada con esto.
Evolución de iuliu a «julio»
También «julio» es una forma (semi)culta, pues habríamos esperado *«jujo» igual que de aliu tenemos «ajo».
Pese a su diferente etimología, tenemos dos meses seguidos de estructura fonética muy similar y que, además, en la evolución romance tendrán rasgos comunes. De aquí que otras lenguas recurran a diminutivos para aumentar la diferencia (cf. catalán juliol y francés juillet) o sufran disimilación (cf. italiano luglio).
Agosto
El antiguo mensis sextilis ‘mes sexto’ fue renombrado en el año 8 a. C. en honor al primer emperador romano, Octavio Augusto. Su nombre era, realmente, Gayo Octavio Turino, y lo de Augusto fue un sobrenombre honorífico que significaba ‘magnífico, venerable‘.
La etimología tampoco está clara, pero hay al menos un par de posibilidades verosímiles. La primera es la relación obvia con augeo ‘incrementar’ y augmentum ‘aumento’. La segunda, más mística, relacionaría el título con los augures, en cuanto que había sido consagrado por los augures, con buenos augurios.
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Evolución de augustu a «agosto»
Para las lenguas romances hay que partir de una forma vulgar agustu, con disimilación de la primera u, pues de lo contrario podríamos haber esperado una forma *«ogosto». Lo demás es lo esperable.
Septiembre
El mensis septembris ‘mes séptimo’ se intentó cambiar por germanicus en honor a Tiberio Druso César Germánico, popularísimo general y, sin embargo, padre y abuelo de los infames Calígula y Nerón. Quizá por su relación con ellos acabó fracasando la propuesta.
Evolución de septembre a «septiembre»
Es en buena medida lo que esperamos. Sin embargo, cabe hacer un par de aclaraciones. La primera es que no tenemos diptongo en la raíz de «siete» porque, en el mes, esa sílaba es átona y, por tanto, no diptonga.
La segunda es que, como ya sabemos, realmente habríamos esperado una forma puramente patrimonial «setiembre», que es de hecho la que más encontramos en los textos más antiguos. Esta forma, aún existente, fue posteriormente restituida a la semiculta más extendida en la actualidad, con el grupo consonántico original restablecido.
Octubre
El mensis octobris ‘mes octavo’ se intentó cambiar también, en esta ocasión por domicianus, en honor al emperador Tito Flavio Domiciano, del que historiadores como Tácito o Suetonio no escriben bien, aunque es de suponer que de forma sumamente sesgada e interesada o, parafraseando al propio Tácito, cum ira et studio.
Evolución de octobre a «octubre»
Tenemos un cultismo, pues de octobre esperamos *«ochobre» (igual que de octo tenemos «ocho»), forma que se documenta un puñado de veces en el CORDE (la forma «ochubre» sí que se documenta bastante más). La forma actual restituye el grupo consonántico latino, aunque también existió una forma ¿semiculta? «otubre» comparable a fructa > «fruta» (pero también «frucha» en la Edad Media).
La siguiente cuestión es la de la vocal. En latín tenemos octōbre, con ō, que en principio no evoluciona a u en castellano, por lo que deberíamos tener *«octobre». Esto se ha explicado por una supuesta versión osco-umbra con vocalismo /u/, de la que se explicaría la /u/ española.
Otra posibilidad es que haya influjo de una forma posterior octobrius (de donde se explicaría el final ‑o, no ‑e, de algunos romances, p. ej. gallegoportugués outubro). De esta forma octobrius tendríamos una yod que podría inflexionar la /o/ cerrada procedente de la original ō, cerrándola en /u/. Es básicamente lo mismo que en «trucha», como vimos hace poco.
La conclusión de esto parecería ser que la forma española «octubre» es, básicamente, la forma octobre, pero con influencia metafónica de la yod de octobriu. (Sin embargo, es de suponer que fuera más bien al revés: que la forma patrimonial partiera de octobriu > *otubro —como en gallegoportugués oitubro > outubro—, pero que se remodelara, en el grupo consonántico y en la ‑e final, por influencia culta de octobre).
Noviembre
El mensis novembris era, efectivamente, el noveno mes del año en el calendario original, aunque ya no llegó a reordenarse cuando el año pasó a empezar en enero. Lo mismo pasó con septiembre, octubre y diciembre.
Evolución de novembre a «noviembre»
La evolución es la esperable, incluyendo la no diptongación análoga a la de nove > «nueve» por estar en sílaba átona.
Diciembre
El mensis decembris es, como suponemos, el décimo y último mes del antiguo calendario. Sigue siendo el último, pero ya no el décimo.
Evolución de decembre a «diciembre»
Lo único que tendríamos que explicar es el cambio de vocalismo de la primera sílaba. No tenemos diptongo análogo a «diez» por estar en sílaba átona; sin embargo, tampoco tenemos la e original. Tendremos que explicarlo por inflexión de la yod del diptongo de la siguiente sílaba.
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