A estas alturas, todo el mundo sabe aquello de que el español proviene del latín (al igual que las lenguas romances, como el francés, el italiano o el rumano), y que este a su vez desciende del protoindoeuropeo.
Sin embargo, cuando uno habla de latín en general, lo normal es que se esté refiriendo al latín clásico (o algo más extenso como el preclásico, clásico, posclásico), es decir, el latín que empleaban los grandes autores en sus obras.
El otro latín es el conocido comúnmente como «vulgar», que no es que fuera obsceno —aunque también podía serlo—, sino que se le llama así porque era el latín usado por el vulgo, es decir, el pueblo, en su día a día.
En el siguiente vídeo puedes introducirte al latín vulgar: qué es, en qué difiere del clásico y cómo sabemos lo que sabemos sobre él si —lógicamente— no disponemos de grabaciones de los romanos:
Contenidos del artículo
Relación entre el latín clásico y el vulgar
Aquí hay que desmentir una creencia muy extendida —y que incluso se da a entender a menudo en estudios filológicos—: el latín vulgar no es una deformación o corrupción tardía de lo que fue el latín clásico. Por decirlo de otra forma: a lo largo del tiempo, no existió primero un latín clásico que degeneró en un latín vulgar.
Latín clásico y latín vulgar coexistían, es decir, ocurrían en el mismo periodo de tiempo, y una misma persona podía emplear las dos versiones según la situación. Por ejemplo, Cicerón, autor de autores, escribía sus discursos en un impoluto latín clásico, mientras que las cartas que escribía a familiares o amigos las escribía en un latín más común.
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¿Diglosia latina?
Había, por tanto, una especie de diglosia (no en un sentido estricto, pero más o menos), o, por explicarlo de forma más cercana a lo que todos sabemos por las clases de Lengua Española, el latín clásico sería el equivalente al español formal, mientras que el latín vulgar era el equivalente al español coloquial.
Latín clásico sería usar morfología del tipo futuro de subjuntivo, pretérito anterior o pluscuamperfecto a la latina, así como emplear palabras como «acribia» en lugar de «exactitud», «execrable» por «odioso» o «vate» por «poeta».
Resumimos lo dicho hasta ahora, pues, con que el latín clásico y el latín vulgar existían a la vez. La confusión de que el latín vulgar es el latín clásico corrupto que se dio ya en época muy avanzada proviene, seguramente, de que los testimonios vulgares de que disponemos son, efectivamente, de época tardía, pero eso no quiere decir que no existiera desde mucho antes… esencialmente desde los propios inicios del latín
¿En qué difieren el latín clásico y el latín vulgar?
Entonces, como reza el título de este artículo, el español procede del latín, sí, pero no del latín de las obras de Cicerón, sino del que se hablaba en las casas. Por seguir con la comparación, tomemos estos cinco versos de un soneto de Góngora:
Original de Góngora
La dulce boca que a gustar convida / un humor entre perlas destilado, / y a no envidiar aquel licor sagrado / que a Júpiter ministra el garzón de Ida, / amantes, no toquéis, si queréis vida;
En español normal
La boca de la amada es dulce y con dientes blancos y no tiene nada que envidiar al maravilloso vino que escancia Ganimedes, el hermoso copero de Zeus; que ningún otro hombre se acerque a esa boca o morirá.
Lógicamente, las dos versiones son español, pero la original es en un español literario y la otra en un español más natural.
De igual forma, en un porcentaje altísimo (en todos los niveles: léxico, fonético-fonológico y gramatical), el latín clásico y el vulgar son prácticamente iguales, y las diferencias podrían encontrarse únicamente en algunas palabras y determinados aspectos morfológicos y sintácticos.
⚠️ Actualmente estoy trabajando en este apartado para ampliar los aspectos morfológicos y sintácticos.
Léxico
El vocabulario es la parte más cambiante de cualquier lengua: aparecen nuevas palabras, caen otras en desuso; hay palabras que permanecen, pero con nuevos significados, y a su vez pueden perder significados anteriores…
Los que hayan estudiado latín recordarán fácilmente que «caballo» se decía equus; pero «caballo», también en las demás lenguas romances, en absoluto se asemeja a equus (raíz que solo se conserva en cultismos —que son eso: cultismos— como «equino» o «equitación»): es cavalo en portugués, cavallo en italiano, cheval en francés, cal en rumano, etc.
¿Qué ha pasado aquí?
Que Cicerón o Virgilio podrían escribir en sus obras equus, pero la gente en el mundo real usaba caballus (originalmente, ‘caballo de carga’) y es de esta palabra de la que derivan las respectivas romances.
En un principio se usaría caballus a modo de broma con el sentido peyorativo de ‘jamelgo’, pero con el tiempo acabaría siendo la normal y desplazando por completo a equus. En cambio, el femenino equa da el patrimonial «yegua»: resistió el cambio e incluso la analogía con el masculino por tratarse de una palabra, hasta cierto punto, más técnica.
Otros casos interesantes son:
- sidus (cultismo «sideral»), pero stella > «estrella», francés étoile, italiano stella, etc.
- cruor (cultismo «cruento»), pero sanguis, de donde «sangre»
- pulcher «bello» (cultismo «pulcro» = «limpio»), pero formosus/bellus > «hermoso/bello», francés beau, italiano bello, etc.
- edere, pero manducare
- os, oris (cultismo «oral»), pero bucca > «boca», francés bouche, italiano bocca, etc.
Incluso hay casos de verbos clásicos que en el latín vulgar, con su tendencia a la perífrasis, necesitan una locución: esurire (cf. inglés esurient) > famem habere ‘tener hambre’.
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Cuando no hay ni rastro en las lenguas romances
Ahora el ejemplo contrario. Si uno abre cualquier libro en latín por una página al azar, se va a encontrar al menos un par de veces la terrorífica palabra ut, que los que hayan estudiado latín recordarán con (amor-)odio. Pero, hasta donde yo sé, esta palabra no ha sobrevivido en las lenguas romances (a excepción de que era el antiguo nombre de la nota musical do… y aun así también ha sido exterminada).
¿Cómo es que una palabra tan frecuente en latín ha desaparecido por completo en las lenguas hijas?
La explicación es que era una palabra exclusiva del latín clásico (esto es, literario), y nadie la usaba en la vida real. Pensemos, por ejemplo, en las preposiciones «so» y «cabe»: están en la famosa lista de preposiciones que se aprenden de memorieta, pero nadie las usa en el habla espontánea.
Conclusiones y últimas palabras
Cualquier romano medio, que en casa o en la taberna empleaba la variedad vulgar, debía de ser capaz de entender discursos y textos en latín clásico, igual que cualquier español medianamente instruido entiende las obras literarias más exquisitas y elaboradas.
Dicho todo esto, puedes ampliar tus conocimientos con mi curso de latín vulgar, cuya primera clase te dejo directamente aquí:
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