
El sistema de declinaciones del latín es un digno descendiente del sistema del protoindoeuropeo. Las declinaciones y los casos son uno de los aspectos que más rápido impactan en quien se inicia en el estudio del latín o del griego y aun de lenguas modernas como el alemán, el árabe o el polaco: son conceptos extraños al español, por lo que son una de las diferencias más visibles.
Efectivamente, en español las declinaciones del latín se han perdido, igual que en sus hermanas romances. En este artículo vamos a investigar las razones, las causas, los motivos por los que las lenguas romances —incluyendo, por supuesto, el español— han perdido las declinaciones del latín y lo que ello conlleva.
Contenidos del artículo
Conceptos sobre la desaparición de los casos latinos en español
Antes de entrar de lleno en faena, es indispensable que expliquemos, entendamos, revisemos, repasemos y aclaremos algo de teoría, principalmente algunos conceptos.
¿Qué son las declinaciones? ¿Qué y cuáles son los casos?
Dada la importancia para este artículo de estos conceptos, expliquemos de forma rápida y concisa qué son las declinaciones y los casos.
Empecemos por los casos. Las diversas lenguas que disponen de casos tienen diferente cantidad de ellos, cuyos valores sintácticos se distribuyen de distinta forma. El latín —la lengua que nos interesa— tenía seis casos (más un séptimo caso de uso menos frecuente): nominativo, vocativo, acusativo, genitivo, dativo y ablativo.
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Cada uno de los casos se marcaba morfológicamente mediante una serie de desinencias y cumplían determinadas funciones sintácticas. No vamos a entrar en detalle (puedes revisar más detenidamente los casos y su función), pero podemos repasar la cuestión a modo ilustrativo.
Si tomamos la palabra medicus, medici, la declinaríamos así en singular (con su función sintáctica más frecuente entre paréntesis):
- Nominativo medicus (sujeto)
- Vocativo medice (apelación)
- Acusativo medicum (objeto directo)
- Genitivo medici (complemento del nombre)
- Dativo medico (objeto indirecto)
- Ablativo medico (complemento circunstancial)
Vemos, pues, que la morfología nominal latina tiene género y número como la española, pero dispone de un tercer eje, el caso, prácticamente extinto en español.
Nos queda por aclarar qué son las declinaciones. Aunque los términos «casos» y «declinación» pueden llegar a utilizarse, de forma vaga, intercambiablemente, los casos son estos seis que hemos mencionado, mientras que la declinación es el conjunto de los casos. Por razones históricas, los nombres latinos se declinan según cinco patrones diversos, por lo que tenemos cinco declinaciones.
Hagamos números (cuenta simplificada). En latín tenemos 6 casos (× 2 números = 12) en cada una de las 5 declinaciones, lo que nos deja con 6 × 2 × 5 = 60 terminaciones para marcar los casos de los nombres latinos.
Evolución de la morfosintaxis nominal
Tal como vemos, en la cuestión de las declinaciones y los casos se entrecruzan la morfología y la sintaxis, es decir, estamos tratando de morfosintaxis.
En la evolución de las lenguas pueden darse cambios por los que llegue a predominar bien lo morfológico, bien lo sintáctico. Por ejemplo, en latín las comparaciones solían incluir un sufijo comparativo y un segundo término de la comparación en ablativo (predominio de la morfología):
rosa pulchrior est lilio.
Mientras que en español el sufijo comparativo se ha sustituido por «más» y el segundo término en ablativo por «que» (predominio de lo lexicosintáctico):
La rosa es más bonita que el lirio.
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Este ejemplo es extrapolable a la generalidad de la evolución del español desde el latín, lo que quiere decir que lo que antes se expresaba por medios morfológicos (morfemas y casos) ahora se expresa por medios sintácticos como el orden de palabras, la concordancia, las preposiciones, etc.
Sincretismo de casos
En el contexto en el que estamos, el sincretismo no es más que la convergencia de casos. Dicho de otra forma: dos o más casos se fusionan, o un caso absorbe otros.
Esto va a ser importantísimo en la progresiva simplificación de la morfología nominal, de hecho desde tiempos anteriores al propio latín. Efectivamente, para el protoindoeuropeo se reconstruyen ocho casos: los seis ya vistos para el latín, más el locativo (lugar en dónde) y el instrumental (el instrumento con el que se lleva a cabo la acción).Desde la protolengua hasta el latín tenemos ya sincretismo en el ablativo latino, que absorbe las funciones de los antiguos casos locativo e instrumental. De aquí hemos de deducir que el ablativo en latín tiene numerosas funciones sintácticas, algo que retomaremos más tarde.
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Factores de la simplificación del sistema casual latino
Diversos factores trabajaron conjuntamente, retroalimentándose unos a otros, para ir simplificando paulatinamente el sistema casual del latín.
Los explicaremos para entender cómo influyeron en esta simplificación progresiva, de modo que podamos comprender cómo el español acabó con la eliminación de las declinaciones.
Número de casos y desinencias
Tal y como hemos dicho, existían en latín 6 casos y 2 números, lo que nos da una cuenta teórica de 12 terminaciones (una por cada caso tanto en singular como en plural). La realidad es que el máximo de desinencias distintas para cada sustantivo era de solo 7-8. Por ejemplo, en rosa, rosae, la forma rosae podía ser genitivo o dativo del singular o nominativo o vocativo del plural.
Parece claro que solo la terminación no podía especificar claramente la función sintáctica, al menos no de forma fluida e inequívoca en la lengua hablada natural y espontánea (cuestión aparte es la lengua escrita literaria).
A esto hay que añadir una capa más de dificultad: los casos, especialmente el acusativo y sobre todo el ablativo, estaban cargados de multitud de funciones sintácticas distintas.
Por tanto, de forma robótica vemos que el proceso era así: primero, identificar el caso según la desinencia; segundo, establecer la función sintáctica de las varias que tiene ese caso que hemos identificado (o al contrario si lo que hacemos es emitir el mensaje).
Desde tiempos del latín arcaico —por lo que cabe recalcar que esto no es cosa del latín tardovulgar— se venían usando recursos lexicosintácticos para facilitar la comunicación. Ya los hemos mencionado, pero el más interesante es el del uso de preposiciones no requeridas —redundantes, pues— en la sintaxis más estricta.Aumento del uso de las preposiciones
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En el latín arcaico e incluso en el clásico se fueron aficionando a estas preposiciones especialmente los originarios casos genitivo, dativo y ablativo, que fueron siendo sustituidos por preposiciones y el caso correspondiente a esa preposición.
Las preposiciones eran más numerosas que las desinencias casuales (por lo que sus significados y funciones estaban más delimitados) y eran siempre las mismas para todos los sustantivos sin tener que distinguir declinaciones. Constituían, por tanto, una forma más efectiva y precisa de marcar la sintaxis.
Según lo dicho, por ejemplo, tanto en Plauto (arcaico) como en los más clásicos César y Virgilio tenemos sintagmas preposicionales con de + ablativo donde se habría esperado un simple genitivo (p. ej. pauci de nostris ‘pocos de los nuestros’ en lugar de pauci nostrum).
Como se sabe, en latín y en las lenguas con caso dativo, el propio caso sin preposición alguna ya marca el objeto indirecto, lo que en español expresamos con ayuda de la preposición «a». No en vano, la expresión del objeto indirecto en español desciende del vulgar ad + acusativo, que fue sustituyendo al dativo sin preposición. Es abundantísimo en la Vulgata: dixit moses ad deum ‘dijo Moisés a Dios’ (habríamos esperado un simple deo), aunque por supuesto ya venía de siglos antes.
(Ya explicaremos en otro artículo que también el objeto directo de persona con «a» característico del español viene de aquí, por más que no terminara de fijarse en la norma hasta el Siglo de Oro).
Como no podía ser de otra forma con un caso tan multifuncional, el ablativo también empezó a sustituirse por giros preposicionales. Ya hemos hablado del ablativo en las comparaciones. Igual que en el italiano actual (di), el segundo término de la comparación en el español más antiguo se expresaba con «de», como hace Berceo: «De Iudas mui peor» ‘mucho peor que Judas’; más tarde se estandarizaría el actual «que».
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También el ablativo instrumental carecía de preposición en la sintaxis clásica (igual que sigue pasando p. ej. en polaco, donde kroi nożem ‘corta con un cuchillo‘ se expresa con instrumental sin preposición). Sin embargo, quizá por influencia del complemento que expresaba compañía, se empezó a usar la preposición cum, actual «con».
Interesante es, ya para terminar con el tema, el complemento agente de la voz pasiva. El uso de las preposiciones para algunas funciones llegó a implantarse totalmente, como ocurrió con el complemento circunstancial de compañía recién mencionado, que en latín incluso literario ya exigía la preposición cum, y también con el complemento agente, que exigía ab (o a).La preposición «a» < ab llegó con esta función hasta el Poema de mio Cid («a los judíos te dexeste prender; do dizen monte Calvarie / pusiéronte en cruz»), aunque ya en la misma obra aparece «de» < de (cf. italiano da): «oy nos partiremos e dexadas seredes de nós». Solo a partir del siglo XVI predomina para el complemente agente la actual «por».
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Predominio del acusativo
La convención dice que los sustantivos (y adjetivos) españoles provienen de la forma del acusativo latino. Como veremos más adelante, es el caso que absorbe todos los demás, y ya de forma bastante temprana al menos todos salvo el nominativo: es el caso del objeto universal.
También será el caso que acapare todas las preposiciones, incluidas las que rigen ablativo, como de o cum.
Sobre el acusativo volveremos más tarde.
Convergencias fonológicas
Por las propias reglas del cambio fonológico dentro del mismo latín y también durante su evolución al español, las desinencias fueron desdibujándose y, por tanto, confundiéndose unas con otras.
De forma concisa, los cambios fonológicos de mayor importancia en la erosión de las desinencias casuales son al menos cuatro:
- la elisión de la ‑m en el acusativo singular;
- también, la abertura de ŭ y próxima confusión con ō;
- paralelamente, la abertura de ĭ y próxima confusión con ē;
- por otro lado, la pérdida de la distinción de la cantidad de las vocales.
Estos cuatro cambios a menudo se acumulan unos con otros. Por ejemplo, si en medicŭm se pierde la ‑m y la ŭ se abre en timbre y deja de distinguirse la cantidad, tendremos medico; por tanto, el acusativo, el dativo y ablativo son ahora iguales. Veámoslo mejor en este vídeo:
Eliminación del sistema de casos
Acabamos de ver los factores más decisivos para la simplificación y eliminación de las desinencias casuales y, por tanto, del sistema de casos del latín.
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Alguna vez he leído que el factor fundamental de la ruina de la declinación latina fue que declinar era muy difícil; este es un argumento fácilmente rebatible si vemos que muchas lenguas actuales tienen y usan de forma normal declinaciones, a veces incluso más complejas que las del latín clásico.
Otras veces he leído que tal factor fue el cambio fonológico. Hemos visto que, efectivamente, participa en el proceso, pero no fue el desencadenante.
De forma muy temprana, como también hemos dicho, se empezó a hacer un uso cada vez más extendido de las preposiciones como medio más eficaz de establecer funciones sintácticas. Estas preposiciones resultaban en buena medida redundantes.
En lugar de rechazar las preposiciones y blindar las desinencias ante la evolución fonológica general del latín, el latín vulgar expandió los giros preposicionales y dejó a su suerte a las desinencias, que acabaron pasto del cambio fonológico. Como las preposiciones cumplían a la perfección —mejor, de hecho— con la sintaxis, nadie echó de menos las desinencias de los casos, incluso aquellas fonológicamente fuertes como en patribus, que difícilmente podría haberse confundido con patres o patrum.
Naturalmente, el paso de un sistema casual a uno preposicional no se dio de la noche a la mañana, sino que se fue desarrollando a lo largo de los siglos.
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Sistema bicasual del siglo IV–V
Según lo que hemos visto, el latín vulgar del siglo IV–V debía de disponer de un sistema bastante simplificado de dos casos:
- Nominativo para la función del sujeto, morfológicamente descendiente del nominativo.
- Oblicuo para todas las demás funciones, morfológicamente descendiente del acusativo.
Según la declinación originaria de cada sustantivo, en esta etapa tendríamos las siguientes posibilidades:

Se sabe que el sistema de dos casos se conservó en francés y occitano hasta los siglos XII–XIII, pero en el resto de la Romania el sistema se simplificó antes.
Aparte está la cuestión del rumano actual, que en los femeninos conserva un sistema bicasual distinto: un caso nominativo-acusativo y otro genitivo-dativo.
Además, en diversas lenguas se lexicalizan algunos sustantivos en diversos casos, como el nominativo homo en francés (on dit) y en italiano (uomo) en lugar del acusativo (cf. «hombre» < hominem), y en general el genitivo para los días de la semana: martis dies ‘día de Marte’ > «martes».
Desaparición final del sistema casual
Como hemos visto en la tabla anterior, los sustantivos de la 2.a declinación y de la 3.a tenían una declinación que, a ojos modernos, puede parecer algo confusa: annos podía ser tanto singular (< nominativo singular annus) como plural (< acusativo plural annos).
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No solo a ojos modernos, a juzgar por la desaparición de este sistema bicasual. Sin embargo, vemos que los sustantivos de la 1.a declinación son bastante claros, lo esperable en el español moderno: rosa para todo el singular y rosas para todo el plural (de paso explicamos por qué rosas < rosas y no rose < rosae para el nominativo plural).
Es muy probable que este modelo de los femeninos (descendientes de la 1.a declinación), con una sola forma para el singular y otra sola forma para el plural, fuera el que se extendiera por analogía al resto de los sustantivos.
Como hemos visto, tanto annos como nubes podían funcionar como nominativo singular (< annus y nubes) con esa ‑s que se remonta hasta el latín (y hasta el protoindoeuropeo); pero, como hemos adelantado, la ‑s ya se sentía como marca exclusivamente de plural, por lo que ya sobraba en el singular:
En este punto, ya tenemos un sistema con un solo singular en cada modelo de sustantivos, pero con uno o dos plurales según el sustantivo (p. ej. anni < anni y annos < annos). Según el universal morfológico de que los plurales no pueden ser más complejos que los singulares, esto no podía permanecer así. Por simple analogía con los demás plurales, se toma annos y se destierra definitivamente anni:
Supervivencia de los casos en español
Acabamos de contar la historia de la desaparición del sistema de casos latinos en el español… en los sustantivos y en los adjetivos. Sin embargo, el español sigue conservando razonablemente bien los casos en los pronombres personales (y de hecho en muchas gramáticas actuales se sigue hablando de pronombres de nominativo, acusativo y dativo).Efectivamente, los pronombres personales siguen conservando tres casos: el nominativo (sujeto), el acusativo (objeto directo) y el dativo (objeto indirecto).
Como vemos, se llega a conservar incluso el dativo, aunque con interferencias muy tempranas relacionadas con la temática del leísmo, laísmo y loísmo.
Es probable que lo veamos aún más claro con otra lengua. El inglés también ha perdido las declinaciones. Sin embargo, a poco que sepamos de la lengua de Shakespeare, nos ha de sonar el famoso genitivo sajón. Ahí tenemos un caso: Mary is rich: Mary’s car is expensive.
Y también hay más restos de casos en la morfología nominal: She is rich: my car is worse than hers. I envy her!
Aún tenemos un caso más claro de minideclinación en inglés moderno:
- who (nominativo)
- whom (acusativo)
- whose (genitivo)
Últimas palabras y conclusión
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Son varios los factores que han participado en la desaparición de las declinaciones latinas en las lenguas romances y naturalmente en el español: el desbarajuste y aun caos de las desinencias casuales con el consiguiente predominio del acusativo, el aumento del uso de las preposiciones y las convergencias fonológicas derivadas de la propia evolución del latín.
Aun así, se han conservado tres casos en los pronombres personales: nominativo, acusativo y dativo. También en inglés se han conservado tres casos en la morfología pronominal, aunque curiosamente no los mismos.
Muchas han sido las lenguas que durante su evolución han perdido en mayor o menor medida los casos. El griego ha perdido el caso dativo y ha regularizado en buena medida sus paradigmas. El alemán ha simplificado su declinación a los artículos, a los adjetivos y en mucha menor medida a los sustantivos.
Sin embargo, también son otras las lenguas que han mantenido y aún usan de forma cotidiana los diferentes casos, como por ejemplo las lenguas eslavas.
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Impagable artículo, me ha encantado.
La terminación -IOR de «pulchior» está relacionada con la inglesa -ER a través del indoeuropeo, ¿verdad?
Imagino que el alemán también contará con una terminación análoga a -ER, ¿no?
Tengo una curiosidad sobre el genitivo, creo que podrías abordar este tema en algún otro artículo:
¿Por qué en las lenguas germánicas el género y número del determinante posesivo concuerdan con el sujeto de la oración; mientras que en las romances concuerdan con el objeto poseído? Ejemplos:
It’s her car – «Her» indica que el poseedor es femenino.
It’s his house – «His » indica que el poseedor es masculino.
Es (el) su(yo) coche/Es el coche suyo – «Suyo» concuerda con el género y número del sustantivo, pero no indica el género o número del poseedor.
Es (la) su(ya) casa/Es la casa suya – «Suya» concuerda con el género y número del sustantivo, pero no indica el género o número del poseedor.
Sí, todos esos sufijos están emparentados, cada uno con las evoluciones de su lengua.
En cuanto a lo otro, los tiros deben de ir por aquí: los posesivos latinos funcionaban como adjetivos y por tanto la concordancia de género y número (y caso) era normal, la esperable.
Los posesivos ingleses son antiguos genitivos de los pronombres; por lo que por ejemplo his, literalmente, sería ‘de él’; her, ‘de ella’, etc. Es similar a lo que ocurre en griego moderno: το βιβλίο μου es etimológicamente ‘el libro de mí’.
Otras lenguas como el polaco tienen un sistema mixto, según la persona.
Gracias por refrescarme el latín que tanto disfruté estudiar en la facultad.
Gracias por el artículo.
He leído en varias ocasiones que la s de nuestro plural podría ser de un sustrato celta. ¿Puedes contarnos algo sobre esta hipótesis?
Muchas gracias.
Pues he tenido que buscarlo y solo he encontrado alguna vaga mención a la hipótesis, pero ni se desarrolla ni se dan referencias.
En cualquier caso, me vale y concuerdo con Ariza: «Se ha dicho que la /s/ de la Romania occidental es debida a sustrato celta. No es necesario».
Hipótesis suele haber bastantes sobre casi todo. Yo tampoco creo que haga falta irse al sustrato celta para explicar algo que ya estaba en latín. Se explica perfectamente desde la declinación latina, tal y como desarrollo en el artículo y especialmente en este vídeo.
Efectivamente, los plurales estarían en latín. El comentario que siempre he oído es el que dice: «Las lenguas célticas de la Península formaban el nominativo plural en -os para los nombres de tema terminado en -o. Quizá por esta influencia en español no se conservó el nominativo plural en -i como en latín y se empleó en su lugar -os«.
¿Es una coincidencia?
Pensé que se sabría algo más al respecto después de tantos años, pero parece que no ha tenido mucho éxito esta hipótesis, por lo innecesaria de la misma, como tú bien dices, y/o por el desconocimiento —supongo— de las lenguas célticas peninsulares.
De cualquier forma, muchas gracias por molestarte en mirarlo.
Hermoso artículo. Gracias, Javier.
¡Me alegro de que te haya gustado! 😃 No te pierdas el artículo de octubre, que ya está publicado. 😉