La historia del español puede dividirse, a grandes rasgos, en tres amplios periodos: español medieval o antiguo (aprox. X–XV), español clásico, áureo o medio (aprox. XVI–XVII) y español moderno o actual, contemporáneo, etc. (aprox. XVIII-actualidad).
En este artículo vamos a ver las características más llamativas —desde la perspectiva del siglo XXI— del español medieval. Por supuesto, el periodo del que vamos a tratar abarca unos cinco siglos, en los que además la lengua iba cambiando bastante rápido, por lo que este minicurso es algo de compromiso. (Incluso hablar de «español» es algo de compromiso).
Nótese que este artículo es más de historia de la lengua que de gramática histórica, pues no analizamos la evolución desde el latín, sino que reseñaremos las diferencias más interesantes respecto al español moderno. Dicho de otro modo: no vamos desde el latín al castellano medieval (desde el pasado hacia el futuro), sino desde el español actual hacia el medieval (desde el presente hacia el pasado).
Aunque, como siempre, intentaré hacer el contenido lo más accesible posible para todos, lógicamente podrá disfrutar mucho más quien tenga conocimientos de latín y de gramática histórica del español.
Contenidos del artículo
Pronunciación y escritura
Cuando miramos un texto medieval en una edición más o menos fiel al original, lo primero que nos suele llamar la atención son las divergencias en la (orto)grafía de muchas palabras. Recordemos y tengamos en cuenta que la ortografía es puramente arbitraria y convencional y es un simple medio, creado artificialmente, de representar la pronunciación.
Por supuesto, el concepto de ortografía implica que haya fijadas por una autoridad una serie de normas —arbitrarias y convencionales— sobre cómo se escribe, cosa que no existe propiamente hasta el siglo XVIII con la fundación de la RAE. Por esta razón, incluso cuando hablamos por conveniencia de ortografía alfonsí, quizá deberíamos simplemente hablar de correspondencia habitual de letras y fonemas.
Lo único a lo que nosotros podemos acceder son, lógicamente, los testimonios escritos, pero, como las letras no hacen sino representar la pronunciación, hemos de empezar por el contenido de fonética.
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Inventario fonológico
Los fonemas del español medieval son, en buena medida, similares a los del español actual. Sin embargo, hay unas cuantas diferencias de muchísima importancia, que podemos resumir así:
- aún no ha tenido lugar el reajuste de las sibilantes
- todavía se aspira la f‑ latina de «harina» < farina
- aún representan dos sonidos diferentes la letra ‹b› y la letra ‹v›
- el yeísmo está poco extendido
- aún hay algunos diptongos inestables
- la apócope extrema
Como casi todo esto lo tenemos ya visto, voy a hacer un conciso repaso para que estemos todos en la misma página y podamos ir siguiendo el presente artículo; más adelante se matizarán algunas cosas relativamente inexactas.
Quizá te resulte más conveniente empezar con el vídeo de resumen-repaso:
¿Prefieres escucharlo en formato pódcast?
Consonantismo
Antes del reajuste de las sibilantes, lo que actualmente son tres fonemas, /θ/ ‹z›, /s/ ‹s›, /x/ ‹j›, eran, entonces, seis: /ts/ y /dz/, /s̺/ y /z̺/, /ʃ/ y /ʒ/. Recordémoslo:
Por otra parte, la f‑ latina de étimos como filiu > «hijo» se aspiraría en la mayoría de contextos en esta época (con excepciones, cuando no seguía una vocal pura: «fuerte», «fiera», «flor», «frío»…). Aunque normalmente se escribiera con ‹f›, esta grafía representaba realmente una aspiración, [h].
Otra cuestión diferente respecto al español actual, bien visible en la ortografía, son todas esas uves donde en la ortografía actual tenemos una ‹b›. Como sabemos, en español moderno ‹b› y ‹v› se pronuncian exactamente igual y la ortografía está condicionada exclusivamente por la etimología. Sin embargo, en castellano medieval ‹b› y ‹v› representaban dos fonemas distintos: respectivamente, /b/ y el desaparecido /β/.
Por último, el yeísmo, cuyos primeros testimonios razonablemente certeros se encuentran en el siglo XIV, debía de ser aún poco frecuente, al contrario que en el español actual, donde lo infrecuente es quien distingue en la pronunciación ‹ll› y ‹y›.
Bonus: recordemos que los grupos consonánticos cultos se simplifican muy pronto y no se restituyen hasta muy tarde. En español medieval solemos encontrarlos simplificados, e, incluso cuando los encontramos escritos, hemos de suponer que realmente no se pronunciaban.
Vocalismo
Las vocales del castellano han sido siempre bastante estables, y desde hace mucho tiempo tenemos /a, e, i, o, u/ con pocos cambios respecto al español actual (p. ej. pora > «para»), pero son cambios por lo general puntuales que hay que ir explicando caso por caso, o cuestiones de analogía (p. ej. sapui > sope > «supe» y habui > ove > «hube» por analogía con potui > «pude» y posui > «puse»).
Sin embargo, en esta época algunos diptongos aún vacilan. El más llamativo es el de casos como cuchiello, Castiella, priesa y los diminutivos como poquiello, que naturalmente en español moderno se han simplificado en «cuchillo», «Castilla», «prisa», «poquillo», mientras que otros, en contexto fonético similar, se han conservado, como en «fiesta». Algo similar ocurre en casos de ue > e, como en fruente > «frente», aunque son menos frecuentes.
Intermedios entre el consonantismo y el vocalismo son los casos en los que tenemos una consonante bilabial implosiva hasta finales de la Edad Media, que entonces vocaliza y forma un diptongo al unirse a la vocal anterior; este diptongo tardomedieval puede conservarse en español moderno (p. ej. capitale > cabdal > «caudal») o simplificarse (p. ej. cubitu > cobdo > «codo»).
Por último, hablamos de la apócope extrema. (La apócope es cuestión fonética, no fonológica, pero válganos meterla en este apartado). La apócope extrema es la elisión de ‑e tras grupo consonántico o consonante distinta de /l, n, ɾ, s, d, θ/, es decir, contextos en que el español moderno no elide la ‑e (de ahí lo de extrema).
Por ejemplo, en español actual decimos «noche», pero entre el siglo XI y el XIII fue frecuente encontrar noch; lo mismo con mont por «monte», etc.
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Podemos considerar incluir en este mismo fenómeno la apócope de pronombres enclíticos, especialmente le y se, que dura incluso más allá de la época de apócope extrema: elam’ dixo por «ella me dijo» e incluso yol’ dix’ por «yo le dije».
Y con todo esto de los pronombres, aunque correspondería al consonantismo, nos paramos un momento más para dar fe de la asimilación, frecuentísima aún en el Siglo de Oro, de infinitivos e incluso imperativos con pronombre enclítico: tenello por «tenerlo» o ponello por «ponedlo», donde ll representa, como es esperable, /ʎ/ (no /lː/).
Correspondencia entre letras y fonemas
Ya hemos dicho que realmente no procede hablar de ortografía medieval, aunque por conveniencia podemos hacerlo. La ortografía alfonsí, la de Alfonso X el Sabio, fue la ortografía de facto hasta que la RAE comenzó a elaborar la ortografía académica, que ya sí podemos considerar ortografía de pleno derecho.
Por lo dicho, no podemos esperar, en los textos medievales, una uniformidad total, incluso dentro del mismo autor o la misma obra; mucho menos en época anterior a Alfonso X, que suele considerarse de ensayo de las grafías.
Dicho todo esto, veamos los rasgos más característicos de la ortografía alfonsí ideal.
La mayoría de grafías son intuitivas, continuadoras de las grafías latinas y que han perdurado hasta el español actual. Por ejemplo, la letra ‹p› representaba /p/ en latín y todavía representa /p/ en español. Así pues, centrémonos en las diferencias, que se encuentran sobre todo en las sibilantes, en las bilabiales sonoras, en las palatales y en algunas consonantes en posición inicial de palabra.
Puedes comenzar con esta introducción-resumen:
Grafías de las sibilantes
Aunque ya lo hemos visto en el vídeo de repaso de las sibilantes, hagamos un resumen con algunas notas adicionales. Hay cierta vacilación en algunos casos (y mucha más en época prealfonsí), pero en principio tenemos lo siguiente:
- /ts/ está representado por ç ante cualquier vocal, o por c solo ante e o i
- /dz/ está representado por z en cualquier contexto (aunque parece que al final de palabra realmente z escondía /ts/)
- /s/ está representado por ss en posición intervocálica o por s en los demás contextos (aunque también puede aparecer como ss; nótese, por cierto, que ss nunca representa una geminada, que no existía ya en castellano)
- /z/ está representado por s (como /z/ solo puede ser intervocálica, no hay posibilidad de confusión con s /s/)
- /ʃ/ está representado por x (¡que no representa /ks/ en esta época!)
- /ʒ/ está representado por i (menos frecuentemente por su variante gráfica j) ante cualquier vocal, o por g solo ante e o i
Grafías de las bilabiales
La correspondencia en época alfonsí es bastante estable:
- /b/ está representado por b
- /β/ está representado por u (menos frecuentemente por su variante gráfica v)
Nótese que u y v son meras variantes gráficas, igual que puede ser hoy en día poner, o no, una rayita en medio de la ‹z›. Por tanto, es posible incluso encontrar usada la letra v para /u/, como en vn por «un». De forma análoga, ya que aún no lo hemos mencionado, podía usarse la j en sustitución de una i vocálica.
Grafías de otras palatales
En época alfonsí todavía no se había fijado la ‹ñ›, por lo que la grafía para representar /ɲ/ se estableció, tras la vacilación inicial, como nn (que no representaba una geminada). Por supuesto, el gusto por las abreviaturas hizo que esta nn se abreviara como n con una lineta que suplía la otra n, y de ahí finalmente la ‹ñ›.
Además, como hemos dicho, en esta época el yeísmo era aún escaso y, por tanto, y representaba /ʝ/, y ll, /ʎ/.
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Grafías de algunas consonantes iniciales
En posición inicial de palabra, algunas consonantes podían mostrar una grafía doble para no dar lugar a la confusión de su pronunciación, aunque finalmente esta práctica desapareció, pues ni siquiera era estable en esta época. Veamos un ilustrativo resumen:
buena ffama ssobre todos los otros rreyes que ouo en Espanna
Alfonso X, Setenario
Vemos lo siguiente:
- /f/‑ podía escribirse como ff para aclarar que no era /h/‑, lo cual ocurría básicamente —pero no solo— en cultismos que mantenían la /f/ inicial latina (recordemos que la grafía f‑, en principio, representaba /h/‑); aun así, aparecen casos de ff‑ que probablemente representan /h/‑, no /f/‑…
- /s/‑ podía escribirse como ss para aclarar que no era /z/‑ (aunque esto era del todo innecesario, pues /z/ solo ocurría en posición intervocálica, si bien podría ser por fonética sintáctica, mas no es probable)
- /r/‑ podía escribirse como rr para aclarar que no era /ɾ/‑ (aunque nuevamente era innecesario, pues en castellano la rótica inicial siempre ha sido vibrante múltiple)
(Estas grafías, en principio pensadas para aclarar el sonido en la posición inicial, también aparecían de vez en cuando en otras posiciones con la misma finalidad).
Además, tenemos otras grafías relacionadas con todo lo que acabamos de ver, pero no iniciales o no consonánticas. Por ejemplo, en la palabra Ysrrael por «Israel» hay dos cosas que han de llamarnos la atención.
La primera de ellas es, valga la redundancia, la primera letra. Antiguamente (¡y todavía hoy!) era común comenzar nombres propios con Y‑ en lugar de con la más ortodoxa I‑: Ys(s)abel, Ybarra e incluso Yglesia. La otra ya la conocemos, por lo que lo dejamos ahí.
Morfosintaxis
Para detectar diferencias morfosintácticas entre el español actual y el castellano medieval, no nos vale ya con ojear el texto, sino que hay que pararse realmente a leerlo, pero también muy rápido se dejan ver.
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Morfosintaxis nominal
Lógicamente es mucho más parecida a la del español actual que a la del latín vulgar, aunque vamos a encontrar rasgos ya desaparecidos en nuestra lengua pero conservados en otros romances.
Demostrativos
En español actual existen tres demostrativos que, grosso modo, se identifican con las tres personas gramaticales, o, de forma más evidente, con la mayor o menor distancia: «este», «ese» y «aquel».
Como vemos en «aquel», «aquella», «aquello», «aquellos», «aquellas», este demostrativo es realmente un compuesto de «él», «ella», «ello», «ellos», «ellas» con un refuerzo acce‑ (probablemente relacionado con el ecce homo ‘he aquí el hombre’).
En español medieval podemos encontrar este mismo refuerzo en los tres demostrativos, es decir, aqueste y aquese. Las variantes con y sin refuerzo vacilaban o se usaban a conveniencia, y finalmente se perderían los refuerzos en estos dos demostrativos, mientras que se mantuvo en «aquel», precisamente porque, si no, se confundiría con «él»; por el contrario, los otros dos no podían confundirse con nada.
Aquell anno mismo en que contescieron todas aquestas sennales auino assi un dia.
Artículos
En los artículos definidos encontramos alguna diferencia respecto al español actual. La primera de ellas es que la forma masculina puede aparecer como ell [eʎ] ante vocal, pues al fin y al cabo procede de ille (o illu) y es lo que esperaríamos de la evolución de ll > /ʎ/ (cuestión de tonicidad aparte).
Esta piedra es fria & humida de su natura. Et es mas liuiana que ell oro; & mas pesada que el fierro ni el cobre.
En el femenino tenemos una forma ela < illa, que suele aparecer, realmente, en una de dos formas:
- la (<
ela) ante consonante (p. ej. la muger) - el (< el
a) ante cualquier vocal (p. ej. el espada; realmente, cuando la siguiente vocal es distinta de a, puede aparecer bien el, bien la)
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En Alfonso X tenemos ejemplos de las dos cosas, si bien es mucho más frecuente la espada que el espada:
& diol muy grand ferida con el espada al pescueço.
En esto vemos una diferencia respecto al español actual, donde el alomorfo «el» está mucho más restringido y requiere simultáneamente que…
- la siguiente palabra sea un sustantivo
- este sustantivo sea femenino
- este sustantivo sea singular
- comience por a tónica: [ˈa] (haya o no escrita una ‹h›)
Introducción a los artículos en español
Posesivos
Los posesivos medievales no eran determinantes propiamente, y esa es precisamente la razón de que pudieran combinarse con los artículos, sobre todo definidos (los sos oios), pero también indefinidos (un su amigo); incluso puede combinarse con otros determinantes (otro so uezino). En otras lenguas romances, como en italiano, la combinación de artículo definido y posesivo sigue siendo el uso normal: i suoi occhi.
En lo que respecta a la morfología, las formas de un solo poseedor (actuales «mi», «tu», «su», invariables en cuanto al género) tenían formas distintas para el masculino y el femenino, respectivamente:
- mio, mío, mi para el masculino
- mie, mía, mi para el femenino
- to, (tuo), tu para el masculino
- tue, (túa), tu para el femenino
- so, (suo), su para el masculino
- sue, (súa), su para el femenino
(La cuestión de las distintas formas de estos pronombres y cuándo aparecen unas y otras es más compleja y ya se verá, cuando llegue la hora, en otro momento).
Pronombres
El actual pronombre «él» procede de ille y, en consecuencia, en español medieval podemos encontrarlo con la forma más etimológica elle [ˈeʎe] o con la más cercana al actual ell [ˈeʎ].
metio luego mano Nabuchodonosor a librar fecho dessa tierra & mando ques llegassen quantos omnes y auie que pora armas fuessen. & desque fueron llegados. & sopo elle la cuenta dellos quantos podrien seer.
En el plural tenemos aún los pronombres etimológicos nos y vos en la función del sujeto. En la propia Edad Media aparecen nos otros y vos otros, pero el uso no se consolidará hasta el siglo XV. Para el objeto, lo normal es que aparezca la etimológica forma vos, aunque también hay casos de os.
Agora uos digo que esta es toda su fuerça & todo el su poder & non a ya el mas que atender. Des oy mas non auedes uos otros por que temer.
Otro rasgo visible del español medieval es la actual secuencia «se lo(s)/la(s)», que aparece como gelo [ʒelo], gela, etc. Esta es, de hecho, la secuencia esperable desde el latín illi illum > [lʲi̯elo] > gelo y lo que aún encontramos en el italiano glielo. Hasta el reajuste de las sibilantes en el siglo XVI no tendremos la secuencia moderna «se lo».
este buen omne pues que vío que los de Egipto assí matavan los niños e ellos non gelo podién estorvar ovo grand pesar d’ello
Para las formas de compañía, aparece sobre todo comigo (actual «conmigo»), pero especialmente diferentes a las actuales son convusco/combusco «con vosotros» y co(n)nusco «con nosotros».
Yo só estraño e peregrino entre vós, e ruégovos que me dedes aquí un logar combusco en que sotierre el cuerpo de Sarra mi muger.
Por último, tenemos la distribución de los pronombres de segunda persona deferencial (formal) y no deferencial (informal), bastante simple:
- singular: tú no deferencial; vos deferencial
- plural: vos siempre
(Nótese que lo de «vuestra merced» y demás derivados, incluyendo el actual «usted», no llega hasta el Siglo de Oro y, por tanto, no es medieval).
Probablemente el uso de vos otros hubiera comenzado ya para marcar el trato no deferencial y oponerlo al ahora solo deferencial vos; por analogía de vos otros se crearía nos otros.
(De los relativos hablaremos un poco más abajo).
Indefinidos y numerales
En los indefinidos se conservan todavía dos actualmente desaparecidos: al ‘otra cosa’ y nul ‘nada’. El primero se perdió y simplemente fue suplantado por locuciones como «otra cosa»; el segundo fue sustituido por otras formas negativas.
Precisamente, en español medieval era común usar omne ‘hombre’ con el significado del actual «nadie»; de aquí surgió la locución omne nado ‘hombre nacido’, que simplificada da nado con el significado de «nadie» (negación de persona). Por otra parte, la expresión latinovulgar rem natam ‘cosa nacida’ acaba en la forma ya medieval nada.
non sigo yo el saber. porque cuydo llegar a la fin del. mas sigolo por saber lo que omne non deue fazer.
En los numerales, destaca la conservación de formas específicas para el femenino de «dos»: duas o dues. En algunos ordinales se usa el sufijo ‑eno: sesseno ‘sexto’, seteno ‘séptimo’, ocheno ‘octavo’ y noveno (único que sobrevive tras eliminar al etimológico nono).
Et regnara en pos el Pandion su fijo. & ouiera esse Rey Pandion estas dues fijas. Promne et Philomena.
Género
Para terminar con la morfosintaxis nominal, mencionemos algunas vacilaciones en el género de algunos sustantivos. Por ejemplo, los sustantivos en ‑or frecuentemente eran femeninos (p. ej. la color) cuando etimológica y actualmente son masculinos (aunque hay rastros como «la calor»); también hay casos más aislados como la puente o la fantasma (procedente de un neutro grecolatino, que, por tanto, ha de pasar a masculino).
Et la color desta piedra es mezclada de uerde con uermeio, pero la uerdura della es tan flaca; que tira a amariello.
Morfosintaxis verbal
Nuevamente, muchas de las diferencias del castellano medieval respecto al español actual van a mostrarnos las similitudes pasadas con otras lenguas romances actuales.
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Desinencias
Hasta el siglo XIII podemos encontrar, en la 3.ª persona del singular, la ‑t (o incluso una ‑d) etimológica; teniendo en cuenta que la ‑t ya se perdía en latín vulgar, no está muy claro que realmente se pronunciara aunque se escribiera.
Más interesante es la desinencia de 2.ª persona del singular, que durante la mayor parte de la Edad Media fue ‑des (< ‑tis). Sin embargo, en posición intervocálica esa ‑d‑ acaba desapareciendo, solución que ya es la predominante en el siglo XVI. Así, tendríamos la siguiente evolución: amatis > amades > ama(d)es > «amáis».
Dios vos prueva por saber paladinamientre sil amades vós de todo coraçón e de toda voluntad o non.
En el pretérito imperfecto de indicativo, el español medieval ya tenía la diferente evolución de ‑ba‑ en la 1.ª conjugación (p. ej. amava) y en las otras, donde desaparecía la b (p. ej. comía o dormía). Precisamente estas últimas formas son las que presentaban variación en la Edad Media, pues podían aparecer como comía, como comíe o como comié.
Mas estos quatro Judios auien sabor de fazer seruicio a dios & posponien por esto el seruicio del Rey. & demas que non querien comer de las uiandas que el Rey comie. & magrescieran por ello & ouieron de perder ya quanto de la color. & dauanles otrossi de uestir pannos de Seda. & uestien ellos de yuso sacos a carona.
Otra desinencia a medio camino entre el latín y el español moderno es la de la 2.ª persona plural del pretérito perfecto simple: del latín hablado amastis (clásico amavistis) tenemos la forma medieval (vos) amastes (no confundir con la forma vulgar «(tú) amastes» en el singular). La forma actual «amasteis» no aparece hasta el siglo XVI, por probable analogía con el diptongo de otras formas como «amáis» o «améis».
Quando ayunauades & llorauades en el quinto & en el seteno destos setaenta. annos. que fueron de la catiuidat. si non me ayunastes ayuno. que quando comistes & beuistes. O no lo fiziestes pora uos.
Por último, hablemos de las formas medievales para los modernos «soy», «estoy», «doy» y «voy», todas ellas caracterizadas actualmente por una ‑y en absoluto etimológica. Efectivamente, en español medieval tenemos las formas etimológicas so < sum, estó < sto, do < do y vo < vado. Es posible que la ‑y esconda un adverbio locativo (cf. francés y; catalán hi), que veremos más abajo.
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Raíces
Como vamos a ver pronto, en español medieval la posesión podía expresarse con el verbo tener, igual que ahora, o con el verbo tradicional aver (< habere, actual «haber»; cf. italiano avere; francés avoir). Además, aver podía funcionar como auxiliar (uso al que ha quedado relegado en la actualidad). Precisamente, en el uso auxiliar comienza una reducción del cuerpo fónico, que puede llegar a extenderse al uso posesivo, y las formas plenas y las reducidas vacilan: avemos y hemos, avedes y hedes…
En algunos perfectos irregulares todavía vacilan las formas con y sin metafonía/inflexión: fezo y fizo, fezieron y fizieron; veno y vino, venieron y vinieron.
Además, aún son frecuentes raíces irregulares que actualmente están regularizadas, muy especialmente las procedentes de perfectos sigmáticos latinos: mise → «metí», rise → «reí», cinxe → «ceñí», destruxe → «destruí», prise → «prendí», respuse → «respondí»…
Formas compuestas
En otras lenguas romances como en italiano o en francés, e incluso en alemán, los tiempos compuestos tienen dos verbos auxiliares según las características del verbo principal: grosso modo, si es transitivo, con los equivalentes de «haber» (p. ej. ho visto un gatto); si es intransitivo o reflexivo, con los equivalentes de «ser» (p. ej. sono andato a casa).
Esta misma distribución era también la propia del español medieval, hasta que en el siglo XIV empiece a prevalecer el auxiliar aver para todo, ya totalmente consolidado en el siglo XVI.
Además de la elección del auxiliar, los tiempos compuestos medievales se caracterizaban por otros rasgos. Por un lado, tenemos la tendencia a que el auxiliar vaya detrás del participio; por otro, la obligación inicial de que el participio concuerde en género y número con el sujeto (con el auxiliar ser) o con el objeto directo (con el auxiliar aver). Así, podemos tener ejemplos como Ellas son venidas → «Ellas han venido» o Escrita he una carta «He escrito una carta» e incluso Escrita la he.
Como sabemos, en español actual solo tenemos el verbo «haber», el participio siempre aparece en masculino singular, y suele resultar violento introducir cualquier elemento entre el auxiliar y el participio, cosa normal y aun idiomática en otras lenguas (p. ej. I have never seen it o Non l’ho mai visto).
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Otra cuestión es la del pretérito pluscuamperfecto de indicativo, que en latín era sintético, p. ej. fecerat ‘había hecho’. En el siglo XII aparecen ya ejemplos del pluscuamperfecto perifrástico actual del tipo avia fecho, que convive con el etimológico fiziera incluso en el mismo autor y obra. En castellano, el pluscuamperfecto etimológico entrará en decadencia a partir del siglo XIV.
Et troxo los lunbrales de unas portezuelas que fiziera de parte de dentro en errança con unas coruas que fiziera en ellas
Por último, tenemos las formaciones paralelas del futuro (que en latín era sintético y no dejó rastro en romance) y del condicional, esencialmente una perífrasis de infinitivo + forma abreviada de aver en presente o imperfecto, respectivamente:
- amar (h)e → «amaré»
- amar (h)ía → «amaría»
Al contrario que en los tiempos compuestos, el auxiliar, antes de soldarse, nunca llega a colocarse delante del infinitivo. Además, mientras los dos verbos se mantienen más o menos independientes, también podían intercalarse otras palabras como pronombres: tomarlo ha el rey.
Con la fusión definitiva de los dos componentes, tenemos en español medieval futuros y condicionales sincopados como vivré o formas algo raras como porné por la esperada *ponré. Muchos de ellos se acaban regularizando (> «viviré»), mientras que otros se quedan sincopados, con o sin algún añadido más («saldré», «podré»…).
Participios
En español moderno los participios regulares acaban en ‑ado o en ‑ido. Sin embargo, en español medieval podemos encontrar participios en ‑udo como sabudo, conoçudo o vendudo. Parece que estos participios entraron al castellano por la influencia francesa, que finalmente pasa y ya en el siglo XV resulta raro verlos. (Es posible que también influyera en la desaparición la homofonía con el sufijo ‑udo de formas despectivas como «cabezudo»).
E allíl tovo suso fasta que se otorgó Anteo por vençudo, e estonces le dexó Hércules.
Además de estos participios, en la Edad Media encontramos aún participios irregulares etimológicos que en español actual se han regularizado: priso → «prendido», conducho → «conducido», nado → «nacido», quisto → «querido»…
Morfosintaxis invariable
Por llamarlo de alguna forma… Aquí vamos a hacer un breve repaso de los adverbios, las preposiciones y las conjunciones que podemos encontrar en español medieval y que posteriormente cayeron en desuso.
Adverbios
Hagamos una lista con el adverbio medieval, su étimo latino y alguna otra nota que pueda ser de interés.
- agora < hac hora ‘en esta hora’ acabó siendo sustituido por la variante «ahora» < ad horam ‘a la hora’
- assaz < ad satis ‘a lo suficiente’ acabó sustituido por harto, que a su vez fue reemplazado por «bastante» o «muy», etc.
- cedo < cito ‘rápidamente’ acabó sustituido por «pronto»
- cras < cras ‘mañana (día siguiente)’ acabó sustituido por «mañana», que ahora significa tanto ‘día siguiente’ como ‘primera parte del día’; se relaciona con el neologismo «procrastinar» ‘dejar para mañana’
- ende < inde ‘desde allí’ desapareció y fue sustituido por locuciones de lugar; en otros romances los descendientes de inde tienen funciones partitivas ‘de eso’ (p. ej. ne voglio uno ‘quiero uno de eso‘)
- lueñe < longe ‘lejos’ fue sustituido por el superlativo de laxus ‘laxo’, que evoluciona al actual «lejos»
- non < non alternaba con la forma no; en español medieval era aún más frecuente la forma más etimológica; la forma nin < nec tiene una ‑n analógica de non que acabó perdiéndose
- suso < sursum ‘(de) arriba’ es sustituido por «arriba» ad ripam ‘a la orilla’; junto a su contrario yuso, aparece frecuentemente en los equivalentes actuales de arriba y de abajo, como en el monasterio de suso; se conserva en otros romances (p. ej. italiano su o francés sus)
- y, í, hy, hi < ibi ‘allí’ y/o hic ‘aquí’ solo se conserva, ya fosilizado, en las formas «soy», «estoy», «doy», «voy» y «hay»; por su escasa entidad fónica se pierde como tal hacia el siglo XV y es sustituido por otros adverbios más largos como «ahí», «aquí», etc.; se conserva, en mayor o menor grado de fosilización, en otros romances
- yer < heri ‘ayer’ se acaba reforzando en ayer < ad heri
- yuso < deorsum ‘(de) abajo’ es sustituido por «abajo» < bassu con a‑ quizá analógica de «arriba»
Además, el sufijo ‑mente para derivar adverbios a partir de adjetivos aparece frecuentemente con un diptongo no etimológico, ‑miente, e incluso con una r epentética, ‑mientre.
Preposiciones
En español medieval, igual que en otros romances, era normal encontrar contracciones de preposición y artículo como conna → «con la» o poral → «para el», con demostrativos (deste → «de este»), etc.
Prácticamente todo eso se ha perdido —al menos en la escritura— y actualmente solo se reconocen «al» y «del».
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Conjunciones
La conjunción copulativa «y» procede de et, que en español medieval solía aparecer de forma etimológica como e (las grafías et hemos de suponer que son grafías conservadoras, pero que no representaban que la ‑t se pronunciara realmente).
Esta e tenía una variante y o i que se usaba cuando seguía una palabra comenzada por /e/ para evitar cacofonía. Sin embargo, ya en el siglo XVI esta variante empieza a generalizarse, hasta que en el siglo XVII prevalece la distribución actual.
La conjunción adversativa más frecuente en época medieval era mas < magis, que en latín vulgar fue desplazando a sed, que no llegó al castellano. También se usaba la forma pero < per hoc, aún tónica (cf. italiano però) y con movilidad dentro de la oración, con un funcionamiento más parecido a «sin embargo» que a «pero».
Respusol Alexandre: tu eres Nicholas Rey de los Arideos mas pero non se te exalte el coraçon en soberuia porque eres en ondra real
En época medieval sino(n) no se usaba como el actual «sino», sino que el uso diferenciado de «pero» y «sino» se implanta hacia el siglo XVII. En el español medieval no existe una conjunción especializada para cada contexto.
Por último, hablemos de un par de conjunciones subordinantes. Todavía se usa como conjunción causal el descendiente de quia, que es ca.
nunqua bien uos yra con ell. ca es Rey de mala uerdad & de mala fe.
Además, existía hasta el siglo XVI maguer(a) ‘aunque’, del griego bizantino μακάρι ‘ojalá’, a su vez del griego μάκαρ ‘dichoso’; en italiano, magari sigue significando ‘ojalá’ (también ‘quizá’).
Otrossí el escarmiento quel diere por la penitençia, déuelo dar con piadat, catando dos cosas: la primera, quánto puede ssoffrir la fflaqueza del omne, maguer meresca mucho; la ssegunda, quánto puede perdonar la piadat de Dios, maguera es justiçiero.
Uso de algunos verbos
Por supuesto, hay infinidad de verbos usuales en la Edad Media que han desaparecido por completo, otros que se han reformado morfológicamente o han cambiado su significado, etc. Aquí solo podemos limitarnos a cambios de verbos tan importantes como «ser», «estar», «haber» y «tener».
Los copulativos estar y ser (y la existencia con ser y aver)
Uno de los martirios de las lenguas romances para los extranjeros es la diferencia entre «ser» y «estar» donde muchas otras lenguas tienen un único verbo. Inicialmente, el español medieval usaba los dos verbos de forma más o menos intercambiable, aunque poco a poco cada verbo va especializándose hasta que hacia el siglo XVII queda fijada la distribución actual.
Sí que había, ya desde el principio, determinados usos específicos de uno u otro verbo. Por ejemplo, el verbo ser medieval conservaba aún un uso del latín sum actualmente perdido, que es el de expresar la existencia, o sea, lo que actualmente expresamos con «hay» (de todas formas, este uso era bastante residual y ya se prefería el verbo aver). En el primer caso, lo que es (= hay) es el sujeto y concuerda por tanto con el verbo; en la actualidad, lo que hay es el objeto directo y no concuerda con el verbo (aunque muy frecuentemente se incurre en este error).
en este iuego ha un Rey que es assi como cabeça & sennor de toda la hueste
La posesión con aver y tener
La posesión se expresaba principalmente con los verbos aver y tener, que ya alternaban, con matices. En latín y otras lenguas romances, habere era propiamente el verbo ‘tener’ y tenere tenía el sentido más bien de ‘retener’, ‘sostener’, ‘mantener’…
en ella han lo que an mester para los que y moran e para abondar las otras tierras
Esta diferencia estaba aún presente en el español más primitivo, pero ya desde el principio tener empieza a invadir el espacio de aver, que va quedando relegado a su función de auxiliar. Los usos actuales parecen ya establecidos en el siglo XVI.
los Reyes xpistianos tienen so logar en este mundo pora fazer iusticia & derecho
Oraciones y orden de palabras
Terminamos subiendo un nivel más en la arquitectura de la gramática. Nuevamente, nos limitaremos a las diferencias más llamativas y frecuentes respecto al español actual.
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Posición de los pronombres
Uno de los aspectos que más rápido llaman la atención en un texto medieval son los díxole por «le dijo», fuime por «me fui», etc. Esto se debía a la conocida como ley de enclisis, vigente en el español medieval: los pronombres átonos, clíticos, no podían ir al comienzo de la oración, y de ahí que necesitaran una palabra tónica (normalmente un verbo) en la que apoyarse por detrás (enclisis).
La palabra en la que se apoyaban también podía ser de otro tipo (incluso conjunciones átonas), y entonces lo normal era que el pronombre se apoyara por delante (proclisis).
Habíamos dicho que los verbos compuestos, e incluso las perífrasis, admitían la separación de los dos componentes, y ahí muy frecuentemente iban pronombres átonos.
quando los moros nos uieren uencerse an. & dexaran el campo a pesar de si. Et amigo dicho te he lo que me mandaron que te dixiesse. & desoy mas quiero me yr.
Todo lo dicho es sin perjuicio de que el pronombre apareciera delante del verbo, si antes del pronombre ya había aparecido cualquier otra palabra tónica.
Ante deue dezir toda vía que lo non ssabe e dirá uerdat.
Objeto directo con «a» personal
En principio, el objeto directo se expresa sin preposición, y así ocurre en muchas lenguas, incluidas la mayor parte de las romances. Sin embargo, el español —y el portugués, el rumano, el catalán…— se caracteriza por incluir la preposición «a» cuando el objeto directo es de persona.
El español medieval muestra ya la tendencia de la «a» personal, aunque inicialmente más restringida y vacilante. Es bastante estable con nombres propios de persona y con pronombres personales referidos a personas, pero no necesariamente en otros casos. La distribución actual está fijada ya en el siglo XVII.
Dios senor, a ti loa quant conozco meu amado,
Agora e tod bien quant conozco meo amigo
Negación
Como hemos visto, en español medieval se prefería la forma non. Igual que en el español actual, lo normal es que apareciera ante lo que se está negando, a menudo el verbo, incluso hasta el punto de poder desplazar el pronombre, como habíamos visto:
Ante deue dezir toda vía que lo non ssabe e dirá uerdat.
Por otra parte, el español moderno suele tolerar la doble negación (p. ej. «No me gusta nada»), pero no acepta todas las del español medieval:
con grand recabdo e fuertemientre sellada:
que a mio Cid Ruy Díaz que nadi nol’ diessen posadanon sabemos en cierto si es esta linna poblada o si non; ca nunqua non uiemos en esta nuestra sazon nenguno que dixiesse que llego fata ella
Relativos (e interrogativos)
En español actual el pronombre relativo «que» es prácticamente universal, o sea, sirve casi para cualquier función (e incluso se usa con funciones teóricamente incorrectas, por ejemplo en lugar de «cuyo»). En cambio, en español medieval la distribución era algo más compleja. Este es el resumen:
- qui < qui y/o cui para el sujeto de persona y como término de preposición
- quien < quem para el objeto de persona
- que < quem y/o quae para casi todo
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Tan pronto como en el siglo XIII, quien empieza la invasión de qui.
presta mucho en el arte de fisica, ca si dieren della molida a beuer a qui se faze tissico, o al que a llagas en el pulmon sana
El pronombre «quien» es invariable hasta el siglo XV, en que se extiende una forma no etimológica quienes para el plural. (Todavía hoy, en el habla descuidada, puede aparecer un «quién» interrogativo donde correspondería «quiénes»).
Además, el relativo qual aún solía conservar la noción de cualidad propia del latín qualis, obviamente relacionado con qualitate ‘cualidad’:
segund que lo esplana la estoria de Roma aquella dignidad a que dixieron dictadura da a entender tiempos de pazes qual fue en tiempo de Octauiano Agusto & de Iulio Cesar
Era común usar el relativo cuyo (en peligro actualmente) y el interrogativo cúyo (ya desaparecido):
El papa los puede dar conplidamiente por rrazón de Ssant Pedro, cuyas vezes tiene, a qui Dios dió las llaues del çielo para ssoluer e ligar.
Por último, tenemos una serie de adverbios relativos frecuentes en español medieval, más o menos continuadores de sus originales latinos, que fueron sustituidos por otros, en los que simplemente se añaden preposiciones al núcleo «donde» («adonde», «de donde», etc.):
- o y obe < ubi ‘donde’ para la simple ubicación (lugar en dónde)
- do ‘de donde’ procede de de + o < ubi para evitar la homofonía con la o disyuntiva
- onde (ond, ont) < unde ‘de donde’ para la procedencia (lugar de dónde)
- donde ‘de donde’ procede de de + onde, que como vemos expresaba procedencia hasta el siglo XVII
Sin embargo, ya en el siglo XV empezaron a usarse tanto do como donde con los valores de ‘de donde’ como de ‘en donde’. Este último sería el que acabaría asumiendo «donde», que, como ya hemos dicho, sirvió luego de base para «adonde», «de donde», «por donde», etc., aunque sigue conservando, en solitario como simple «donde», un valor comodín para cualquier tipo de circunstancia de lugar.
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Últimas palabras y conclusión
Hemos hecho un resumen decente de los rasgos más llamativos y diferentes del español medieval respecto al actual. Todavía quedan bastantes cambios que habrán de ocurrir a lo largo del Siglo de Oro para que lleguemos, ya hacia el siglo XVIII, a lo que es esencialmente el español en su forma actual.
Aunque hemos explicado de forma ligera la teoría y la hemos acompañado de bastantes ejemplos, ahora lo suyo es que, para terminar, hagamos un breve comentario sobre un texto medieval, ni muy temprano ni demasiado tardío, para lo que he escogido —más o menos a voleo— el ochavo exiemplo de El conde Lucanor en esta edición razonablemente conservadora.
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