Aquí hemos hablado ya varias veces sobre protoindoeuropeo y sobre su evolución al latín y del latín al español (y, de pasada, a alguna otra lengua). Hoy vamos a hacernos detectives filológicos y jugar a la reconstrucción lingüística.
Cuando hablamos de protoindoeuropeo, hablamos de una lengua reconstruida, es decir, de la que no hay (ni habrá jamás) testimonios escritos. ¿Cómo podemos hablar de una lengua de la que no tenemos constancia de ningún tipo y que incluso es probable que nunca haya existido como tal (es decir, nunca haya habido una población que hablara protoindoeuropeo tal y como los eruditos lo han reconstruido)?
En los inicios de la lingüística indoeuropea, los estudiosos hubieron de enfrentarse a la reconstrucción de raíces de esta supuesta lengua.
¿Cómo pudieron hacer eso?
Yendo hacia atrás, es decir, tomando palabras de lenguas actuales (o al menos testimoniadas) y comparándolas, estableciendo cambios regulares entre los sonidos de unas lenguas y otras y acordando la reconstrucción más plausible.
Hoy nosotros vamos a intentar emular a estos lingüistas. Como ni yo ni la mayoría de los presentes sabrán más de un puñado de idiomas, y aún menos sus respectivas evoluciones, tendremos que contentarnos con reconstruir latín a partir de palabras de las lenguas romances, que es más o menos equivalente a reconstruir el protoindoeuropeo a partir del latín, del griego clásico, del gótico, del protoeslavo, del avéstico, del hitita, etc.
Contenidos del artículo
Reconstrucción lingüística: ¿cómo era «caballo» en latín?
Además, haremos algo de trampas, porque sabemos que la palabra (vulgar) para «caballo» era caballu. Pero finjamos que no lo sabemos: finjamos que a día de hoy no se conserva ningún texto en latín (igual que no tenemos ningún texto en protoindoeuropeo) y queremos saber cómo se decía «caballo».
Para este menester tenemos que tomar las palabras que significan ‘caballo’ en las lenguas que sabemos que proceden del latín, por ejemplo:
- español: «caballo» [kaˈβaʝo]
- portugués: cavalo [kaˈvalu]
- italiano: cavallo [kaˈvalːo]
- catalán: cavall [kaˈβaʎ]
- francés: cheval [ʃəˈval]
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Comparación de las palabras en las lenguas hijas
Ahora tenemos que comparar todas las palabras y establecer semejanzas y diferencias. Para esto hay que fijarse principalmente en la pronunciación, aunque la grafía también da pistas.
En primer lugar, podemos reconstruir la palabra latina tomando el sonido que más se repite entre las lenguas, lo cual nos dejaría con lo siguiente:
- [k] (solo el francés tiene un sonido distinto, [ʃ])
- [a] (solo el francés tiene un sonido distinto, [ə], históricamente [e], deducido a través de la grafía)
- [v] (solo el español y el catalán tienen un sonido distinto, [β], pese a escribirse con ‹b› y ‹v›)
- [a]
- ‹ll› (aunque esta grafía represente sonidos distintos en español, italiano y catalán —[ʝ], [lː], [ʎ], respectivamente—, el hecho de que sea la misma parecer ser lo suficientemente significativo)
- [o] (solo el francés y el catalán la pierden, lo cual es normal en estas lenguas; el portugués brasileño [kaˈvalo] y la propia grafía con ‹o› nos indican que históricamente el portugués tenía una [o] también)
- el acento recae sobre la segunda sílaba (en francés porque además coincide que es la última, lo normal en esta lengua)
Comprobación de los resultados
Por tanto, la reconstrucción sería *[kaˈvalːo]. Ahora tendríamos que tratar de explicar las excepciones en cada lengua y ver si tienen sentido. Por no extendernos mucho, nos contendremos un poco:
- La /ʃ/ < */k/ del francés tiene sentido porque el fenómeno de palatalización es frecuente en las lenguas en general. Además, muchas otras palabras francesas tienen /ʃ/ donde las demás tienen /k/:
- chien ↔ «can» ↔ cão ↔ cane
- château ↔ «castillo» ↔ castelo ↔ castello
- La (/ə/ <) /e/ < */a/ del francés podría tener sentido porque muchas otras palabras francesas tienen ([ə] <) [e] donde las demás tienen [a]. (En principio, nada más habla a favor o en contra de este cambio):
- mer ↔ «mar» ↔ mar ↔ mare
- cher ↔ «caro» ↔ caro ↔ caro
- La [β] ~ *[v] del español (y del catalán) podría tener sentido porque muchas otras palabras españolas tienen [β] donde las demás tienen [v]. Sin embargo, el hecho de que [β] sea un sonido diacrónicamente inestable que suele evolucionar a [v] (y no al revés, es decir, [β] > [v] tiene sentido; [v] > [β], no) nos debería hacer saltar las alarmas: el español [β] probablemente no ha evolucionado de una supuesta *[v] latina, como hemos reconstruido.
Aunque la estadística (por inmensa mayoría) nos dice que *[kaˈvalːo] sería la reconstrucción del latín «caballo», la viñeta anterior nos debe hacer dudar hasta el punto de que tendríamos que reconstruir *[kaˈβalːo], ya que es estadísticamente más débil, pero lingüísticamente más fuerte.
La relativa poca frecuencia del sonido [β] en las lenguas, a su vez, nos debería hacer plantearnos si nuestra nueva reconstrucción es viable.
El sonido [β] suele proceder del debilitamiento de una [b] cuando esta va entre vocales; también [v] procede a menudo del debilitamiento de una [b] intervocálica. El sonido [b] es básico en la gran mayoría de las lenguas del mundo, por lo que tendría sentido que tanto la [β] española (y catalana) como la [v] de las otras lenguas hayan evolucionado desde una primitiva [b] latina.
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Conclusión de nuestra reconstrucción
Esta vez sí, reconstruimos *[kaˈbalːo] (aquí ignoramos la cantidad de las vocales latinas e incluso la terminación ‑o < ‑um), es decir, con [b], no [β] ni [v]. Y como hemos estado haciendo algo de fullería, puesto que estábamos reconstruyendo una palabra que sí que sabemos cómo es, ahora podemos comparar y ver que, efectivamente, el latín caballum refleja [kaˈbalːum].
Alguno dirá que la grafía ‹b› del español nos habría ayudado a saber desde un principio que en latín era caball‑. Sin embargo, recordemos que la grafía con ‹b› fue restaurada etimológicamente por la RAE en el siglo XVIII, y la única razón era que la RAE sabía de antemano que en latín caballus, caballi era con ‹b›; si no lo hubiera sabido (como nosotros en este juego detectivesco), no podría haber restaurado nada (de hecho la grafía cavallo está documentada en el español más de 10 000 veces según el CORDE).
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