El refrán español dice que de tal palo, tal astilla; los anglosajones dicen que the apple doesn’t fall far from the tree, y otras lenguas tienen refranes bastante parecidos. Nos vienen bien todos estos refranes si aceptamos el recurso del árbol del que van saliendo ramas como metáfora de la lengua de la que van saliendo otras lenguas derivadas.
Igual que del latín surgieron las lenguas romances —el español, el catalán, el gallego, el portugués, el francés, el italiano, el rumano…—, del protoindoeuropeo surgieron el propio latín, el griego, el sánscrito, las lenguas germánicas, las celtas, las eslavas, etc. Te invito al siguiente vídeo —muy asequible— de introducción a las lenguas indoeuropeas, para que nos vayamos poniendo en contexto:
Introducción a las lenguas indoeuropeas
Ya conocemos las reglas fundamentales de la evolución del castellano desde el latín. En esta ocasión seguiremos viajando hacia atrás para estudiar los cambios más importantes desde el protoindoeuropeo hasta el latín, naturalmente teniendo en cuenta las limitaciones de que el protoindoeuropeo es una lengua reconstruida —precisamente viajando hacia atrás desde las diversas hijas— de la que no hay ningún testimonio real.
En este artículo nos toca ponernos filológicos perdidos. Es, probablemente, uno de los más complejos hasta ahora. Creo que, como mínimo, hay que tener conocimientos decentes de latín e idealmente de griego antiguo. Por su parte, este mismo artículo hará de admisible resumen-introducción a la lingüística indoeuropea y a la gramática histórica del latín.
Contenidos del artículo
Indoeuropeos, itálicos, romanos
El viaje que estamos a punto de emprender nos lleva desde la frontera entre Ucrania y Rusia, cerca del mar de Azov —quizá la patria original indoeuropea—, en el IV milenio a. C., hasta el latín clásico, pasando por la llegada de los itálicos a Italia alrededor del año 1000 a. C. y el inicio de la expansión del latín por la península itálica.

Indoeuropeo y protoindoeuropeo: breve repaso
Conviene que empecemos por aclarar rápidamente la diferencia entre «indoeuropeo» y «protoindoeuropeo».
Aunque a la hora de la verdad se suelen usar de forma más o menos intercambiable, convengamos desde ya en que «indoeuropeo» es un adjetivo y «protoindoeuropeo» es un sustantivo; en que «protoindoeuropeo» hace referencia a esta protolengua de la que no hay ni habrá rastro jamás, pero de la que derivan las lenguas indoeuropeas; y en que «indoeuropeo» es un adjetivo que se puede aplicar de diversas formas, tanto en cuanto a lo lingüístico como en lo cultural: así, decimos que el latín es una lengua indoeuropea (o de la familia indoeuropea), pero también podemos aplicar el adjetivo a la cultura y a las personas que idealmente usaron el protoindoeuropeo, cuyas características estudia la lingüística indoeuropea.
Similar razonamiento hemos de tener en cuenta para el resto del artículo cuando usemos en general el prefijoide proto‑, como cuando en un momento hablemos de «itálico» y «protoitálico».
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Indoeuropeos en Italia
No es este el lugar para indagar en la arqueología o la antropología —no soy historiador, arqueólogo ni antropólogo, y desde luego esto no es un blog dedicado a estas disciplinas—, aunque al menos podremos decir que parece ser que los primeros indoeuropeos llegaron a la península itálica hacia el año 1000 a. C.
Estos indoeuropeos que se introdujeron en la península itálica desde el norte a través de los Alpes fueron asentándose y expandiéndose paulatinamente hacia el sur. Estas personas serán los itálicos —que como acabamos de ver no eran autóctonos de la península itálica—, cuya variedad del protoindoeuropeo —ya separada del tronco común— damos en llamar protoitálico, del que a su vez derivan las diversas lenguas itálicas, entre las que se encuentra el latín.


Como tampoco esto es a lo que venimos a este artículo, dejo bastante más información al respecto en este vídeo de la primera clase de mi curso de historia, fonética y morfología del latín:
Breve historia de la lengua latina
En todo momento estamos asumiendo la teoría más frecuentemente aceptada de un protoitálico o itálico común. Otra teoría afirma que las dos ramas principales del protoitálico (latino-falisco y sabélico u osco-umbro) son, realmente, dos familias diferentes que por puro contacto a lo largo del tiempo fueron convergiendo.
Así pues, de todos los pueblos itálicos —los que hablaban lenguas itálicas—, van a ser los romanos, hablantes del latín, los que acaben prevaleciendo y dominando la península itálica ya en el 265 a. C., de modo que las demás lenguas itálicas acabarán siendo absorbidas por el latín.
Desarrollo fonológico
Todo esto lo trato en ocho clases de mi curso de gramática histórica del latín, que suman cerca de seis horas de explicaciones —más otros detalles que hay en el curso de lingüística indoeuropea—, pero creo que puede hacerse un buen resumen con los principales cambios fonológicos desde el protoindoeuropeo hasta el latín, pasando de puntillas a través del itálico común y por las principales hermanas itálicas del latín.
Consonantes oclusivas
Por lo general, las oclusivas indoeuropeas se mantienen sin cambios en latín, aunque naturalmente hay algunos que hemos de tratar.
A pesar de que la clasificación centum–satem tiene sus deficiencias, nos vale para decir que todas las lenguas itálicas —junto al griego, las celtas, las germánicas y otras— pertenecen al grupo centum, es decir, al grupo que tiene el fonema oclusivo velar /k/ en la primera consonante del número 100 (que posteriormente puede haber evolucionado, ya sea palatalizando en las lenguas romances, ya hacia /h/ como en las germánicas). Puedes empaparte de la cuestión centum-satem en el siguiente vídeo:
Introducción a las oclusivas indoeuropeas
Además de todo eso, las oclusivas aspiradas (*bʰ, *dʰ, *gʰ, *ǵʰ, *gʷʰ) evolucionan a /f/ en las lenguas itálicas (por lo que encontramos numerosas f en textos itálicos), mientras que en latín específicamente evolucionan algunas veces a /f/, otras a /b/ y otras a /h/. Ya lo explicamos con detalle, pero lo resumimos aquí:
- /f/ en inicial de palabra (p. ej. fero ‘llevar’ < *bʰer‑)
- /b/ en medio de palabra (p. ej. ruber ‘rojo’ < *h₁rewdʰ‑)
- /h/ solo de *ǵʰ y de *gʰ (p. ej. homo ‘hombre’ < *ǵʰm̥mṓ)
Un desarrollo curioso es el del grupo *dw, que en latín evolucionó a /b/ en inicial de palabra, como en bellum < duellum o el duenos (> bonus) de la famosa inscripción de duenos.
Consonantes sonantes
Llamemos sonantes a /m, n, l, ɾ/ (m, n, l, r).
Las sonantes se conservan de forma estable y hay poco que decir cuando son plenamente consonánticas. Sin embargo, cuando tienen función vocálica en protoindoeuropeo (y por tanto se escriben con un circulito: *m̥, *n̥, *l̥, *r̥) el latín necesita introducir vocales de apoyo:
- *septm̥ > septem ‘siete’
- *h₁nómn̥ > nomen ‘nombre’
- *ml̥dwis > mollis ‘suave, blando’
- *ḱr̥d- > cord‑ ‘corazón’
Consonante(s) sibilante(s)
Se reconstruye una sola silbante en protoindoeuropeo, *s. En las lenguas itálicas, esta silbante desaparece al principio de la palabra si va seguida de una consonante sonante: la nieve (< nivem) en latín tiene una raíz niv‑, a la que si le añadimos la caída s casi tenemos el inglés snow.
Además, la *s indoeuropea puede tener un alófono sonoro [z] en algunas lenguas itálicas —incluido el latín—, y esta [z] va a tener dos evoluciones distintas.
La más importante y característica de ellas es el rotacismo, ya en época histórica (Cicerón da pistas de que podría haber sido en torno al año 339 a. C., y se conservan inscripciones aún con s). Entre vocales, la [z] se convirtió en r; así, p. ej. mus ‘ratón’ (cf. inglés mouse, español antiguo mur) tenía un genitivo originario *musis, que por cumplir la regla cambió al clásico muris. También la característica r de los infinitivos (p. ej. «amar» < amare) es resultado de rotacismo, pues la marca originaria era ‑se (cf. esse).
La otra, menos visible, es la desaparición ante consonantes, con el alargamiento compensatorio de la vocal anterior. Casi es más interesante el ejemplo. Podemos ver que el inglés nest y el latín nīdus son la misma palabra, pues proceden de *nisdós, palabra compuesta por *ni‑ ‘en, abajo’ (variante de *h₁én ‘en’) y la raíz *sed‑ ‘sentarse’ (cf. inglés sit), es decir, el nido es donde el pájaro se sienta. Desde el protoindoeuropeo *nisdós tenemos sonorización en protoitálico *nizdos y posterior caída con alargamiento en latín: nīdus.
Vocales y diptongos
Aunque en protoitálico y en lenguas como el osco el vocalismo indoeuropeo se conserva casi intacto, en latín va a sufrir bastantes cambios por diversos motivos.
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Acento
Mucho se ha hablado del acento del protoindoeuropeo y de su evolución al latín. No es un tema fácil ni sobre el que haya gran unanimidad, por lo que toca simplificar aquí. Lo desarrollo razonablemente en este vídeo:
El acento de la protolengua parece que era musical y móvil, sistema que se conservaría bastante bien en el griego antiguo. Sin embargo, en protoitálico este sistema acentual cambió a uno de intensidad y fijo, concretamente en la primera sílaba. Ya en época histórica el acento de intensidad inicial daría paso al sistema acentual del latín clásico, condicionado por la cantidad de la penúltima sílaba, que será el que permanece en español.
Timbre
En latín este acento inicial de intensidad tuvo consecuencias que aún perduran en el timbre de las vocales españolas. Si en español decimos «amigo» pero «enemigo» (literalmente ‘no amigo’), es por esto.
El acento de la primera sílaba era tan fuerte y exagerado que las siguientes vocales se quedaban sin energía y podían llegar a cambiar de timbre (algo muy similar a lo que ocurre con las vocales átonas del inglés). El nuevo timbre dependía del contexto, pero a menudo era i o u. Así, tenemos casos de prefijación con cambio como los siguientes:
- amicus, pero inimicus
- salsus, pero insulsus
- aptus, pero ineptus
Se trata de las famosas apofonías de las vocales breves latinas:
Independientemente del acento de intensidad, es característico del latín el cierre de *o en /u/ y el de *e en /i/ (que en español se revertirá). Así, tenemos, p. ej. las desinencias ‑us o ‑um (cf. griego ‑ος y ‑ον) o la preposición in (cf. griego ἐν).
Diptongos
De los diptongos del protoindoeuropeo (bien conservados en griego), solo se conservan tres en latín clásico: ae < *ai, oe < *oi, au < *au.
No vamos a entrar aquí en la evolución detallada de los diptongos en latín, que es algo compleja, aunque podemos calentar un poco con este vídeo:
Evolución de los diptongos en latín
Sin embargo, sí que daremos ejemplos curiosos. Acabamos de decir que en latín clásico existe el diptongo oe (< *oi), pero sin duda lo vemos mucho menos frecuentemente que los otros dos. Esto es porque este diptongo también podía evolucionar en el propio latín, y de hecho existen incluso dobletes.
Las guerras púnicas son las que lucharon los romanos contra los cartagineses, es decir, los púnicos (de punicus). ¿Y por qué los púnicos eran los cartagineses? Dentro de un mismo autor puede aparecer el sinónimo de punicus, poenus, que nos acerca a su etimología: Φοῖνιξ /ˈpʰoi̯niks/ ‘fenicio’. Efectivamente, los cartagineses son descendientes de los fenicios. Vemos, pues, que el diptongo οι griego es el mismo que oe en latín, que puede conservarse o reducirse a ū.
Un doblete similar lo tenemos en moenia ‘murallas, defensas’, cuyo verbo es mūnire.
Desarrollo morfosintáctico
Y cuando hablamos de morfosintaxis casi que nos referimos a la morfosintaxis propiamente dicha o exclusivamente a la morfología, por cuanto la sintaxis del protoindoeuropeo es terreno que aún ha de ser mucho más explorado por los propios expertos (entre los que no me incluyo).
Morfosintaxis verbal
El sistema verbal del protoindoeuropeo era mucho más complejo de lo que conocemos en español. Quien sepa griego antiguo puede hacerse una leve idea, pues en esta lengua el sistema se conservó bastante más fielmente que en latín.
En las lenguas itálicas se simplificaron los modos, las series de desinencias verbales, se regularizaron bastante los verbos —hasta el punto de poder clasificarlos en 4-5 conjugaciones según su vocal temática— y se pasó de un sistema tempoaspectual que primaba el aspecto verbal a uno que —quizá— primaba el tiempo (sin dejar de lado la oposición aspectual imperfectivo-perfectivo).
Sistema tempoaspectual
Quien haya estudiado griego antiguo probablemente haya oído de su profesor lo de que el verbo griego refleja más el aspecto que el tiempo, siguiendo la estela del sistema del protoindoeuropeo: importa más el cómo de la acción que el cuándo. Esta es una cuestión compleja, así que vamos al grano.
En itálico, latín y por tanto romance, el sistema opone simplemente el aspecto imperfectivo (tema de presente o infectum) al aspecto perfectivo (tema de perfecto o perfectum). Cada uno de los temas tiene, en el indicativo, su presente, su pasado y su futuro (el subjuntivo funciona igual, pero sin futuros):


Prueba de la menor importancia del aspecto en las lenguas itálicas es el hecho de que el perfecto englobe tanto al perfecto como al aoristo indoeuropeos. Lo podemos ver muy claramente en la morfología latina con los siguientes ejemplos:
- dedi (de do) es un antiguo perfecto reduplicado
- ēgi (de ago) es un antiguo perfecto alargado
- duxi (de duco) es un antiguo aoristo sigmático
El cuarto tipo de perfecto, en v (tipo amavi o habui), es una innovación puramente latina de origen oscuro, sobre la que por supuesto hay diversas teorías.
Sistema modal
Ya en itálico tenemos la absorción del antiguo modo optativo por el subjuntivo. A su vez, la morfología del subjuntivo indoeuropeo se reparte entre el propio subjuntivo y el futuro (de indicativo) de algunas conjugaciones.
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Morfosintaxis nominal
Se conserva con menos cambios que la verbal, aunque también hay innovaciones de interés.
Declinaciones, casos y desinencias casuales
En latín enseñamos cinco declinaciones, cuatro de ellas existentes en protoindoeuropeo: la de temas en ‑ā‑ (1.ª), la de temas en ‑o/e‑ (2.ª), la de temas en consonante y en ‑i‑ (3.ª), la de temas en ‑u‑ (4.ª en latín, no demasiado frecuente; un tipo especial de la 3.ª en griego, que normalmente ni se explica); la 5.ª declinación latina (en ‑ē‑) es una innovación de esta lengua, bastante poco productiva.
Por su parte, es posible que los ocho casos reconstruidos para el protoindoeuropeo se conservaran en la etapa prehistórica de las lenguas itálicas, incluyendo el caso instrumental, aún visible en la etimología de algunos adverbios como bene; como sabemos, este caso acabará absorbido por el ablativo. El otro caso, el locativo, se conserva a duras penas en latín, también absorbido en buena medida por el ablativo o por giros preposicionales.
No vamos a ver todas las desinencias, pero sí comentaremos lo más llamativo. Parece que ya en protoitálico la 2.ª declinación había sustituido el genitivo singular *‑osio por una desinencia ‑ī (p. ej. dominī). Esta ‑ī se extenderá a la primera declinación, dando el famoso rosae < rosai < rosaī, suplantando a la original ‑as (cf. χώρας), conservada sin embargo en expresiones fosilizadas como paterfamilias (literalmente ‘padre de familia’).
El latín tiene en común con el griego la sustitución de la desinencia de nominativo plural de la 2.ª declinación originaria *‑ōs (de *‑o‑es) —conservada en otras lenguas itálicas— por la de la declinación pronominal, que resulta en ‑ī (de *‑o‑i, cf. λόγοι), p. ej. annī.
Vestigios
El latín conserva unos pocos vestigios de rasgos del protoindoeuropeo que sí se preservaron bastante mejor en griego.
El primero de ellos es el número dual, un plural específico para dos elementos, especialmente los que se consideran pares como los ojos o las manos. Los dos ejemplos que se suelen aportar son anecdóticos, pero aceptaremos barco por la conveniencia de estos: duo ‘dos’ (cf. δύο) y ambō ‘ambos’ (cf. ἄμφω).
El segundo, más interesante, es la conservación de algunos temas heteróclitos. ¿Que qué es la heteroclisis? Normalmente, un alargamiento/sufijo aparece en los casos rectos y otro en los oblicuos. En latín se conservan unos pocos ejemplos de la antigua alternancia ‑r/n‑, aunque con tendencia a la regularización:
- femur, feminis ‘fémur’, regularizado a femoris
- iecur, iecineris (o iecinoris) ‘hígado’, cruce del esperado iecinis y del regularizado iecoris
- iter, itineris ‘camino’, cruce del esperado itinis y el regularizado iteris
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Conclusión y últimas palabras
En este artículo hemos hecho un repaso bastante decente de los principales cambios desde el protoindoeuropeo hasta el latín, tanto fonológicos como morfosintácticos.
A pesar de que he intentado resumir y simplificar, sé que no ha sido un artículo corto ni fácil, pero sin duda es un artículo con buenos contenidos de lingüística histórica, una buena introducción a la gramática histórica del latín y a la lingüística indoeuropea. Incluso puede ser de utilidad para los estudiosos de la gramática histórica del español y de otras lenguas romances, y aun de cualquier otra lengua indoeuropea.
Realmente creo que alguien interesado por la lingüística diacrónica puede aprender mucho más de lo que ya sepa. Si tu caso es el de estar familiarizado con la gramática histórica del español (o de otra lengua romance o aun indoeuropea), entonces te propongo que continúes en orden hacia atrás: primero la historia, fonética y morfología del latín y ya, por último, un poco de lingüística indoeuropea.
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